Docente asesinada por vigilantes será sepultada en Santa Marta: su familia clama justicia


Lissi Judith Camargo Noriega, pensionada de la educación, murió tras recibir un disparo en un confuso hecho con vigilantes privados en Puerto Colombia. Su cuerpo será llevado a Santa Marta, donde viven sus padres, para las exequias. La familia exige respuestas y justicia.

El dolor de la familia Camargo Noriega es tan grande como la rabia que hoy los consume. Lissi Judith, una mujer tranquila, dedicada a la enseñanza y recién pensionada, fue asesinada en circunstancias que nadie logra entender del todo.

Murió a causa de un disparo que, según versiones oficiales, fue realizado por vigilantes privados tras una falsa alarma de un morador de un conjunto residencial en Puerto Colombia, Atlántico.

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En la madrugada del jueves, Lissi viajaba con su yerno, Ángel José Daza Cuello, en una camioneta. Transitaban cerca del Castillo de Salgar cuando el empresario y ex diputado del Atlántico, Gerardo Vecino Villareal, creyendo que lo perseguían para hacerle daño, avisó a la seguridad del conjunto. Sin verificar nada, los vigilantes dispararon. Uno de los proyectiles atravesó el cuerpo de la docente

A pesar de que fue trasladada a la Clínica Portoazul, Lissi no sobrevivió. Su yerno, herido en una pierna, vivió el momento en carne propia. Ahora acompaña a la familia en medio del duelo, mientras repite los hechos una y otra vez, buscando sentido en lo que parece un acto de negligencia criminal.

Su cuerpo será llevado a Santa Marta, donde la esperan sus padres, hermanos y otros seres queridos. La ciudad que la vio crecer también será testigo de su despedida. La indignación entre quienes la conocieron es total. “No fue un accidente, fue una decisión irresponsable que terminó con su vida”, dijo entre lágrimas una amiga cercana.

Un hijo de la víctima aseguró que venían de comprar cervezas ya de vuelta a la casa cuando de forma repentina fueron sorprendidos por varios disparos qué causaron el terrible desenlace.

En su casa ya no hay espacio para el silencio. Solo se escuchan frases cortas, preguntas sin respuesta y una exigencia que se repite con fuerza: justicia. “Ella no estaba haciendo nada malo, solo iba en un carro con su familia. No pueden dispararle a cualquiera sin saber”, expresó su hermano con impotencia.

Las autoridades, que descartaron que existiera alguna amenaza desde este vehículo hacia el empresario, han iniciado una investigación, pero la familia de Lissi teme que el caso se diluya con el tiempo. Por eso, han decidido alzar la voz desde el sepelio mismo. Quieren que su muerte no quede como un número más, sino como una advertencia de lo que pasa cuando quienes deben proteger actúan sin criterio ni protocolos.

Este no es solo el fin de una vida. Es también el inicio de una lucha que su familia promete no abandonar hasta ver a los responsables responder ante la justicia. Porque Lissi Judith, más allá de ser una víctima, era madre, hija, hermana, maestra. Y no merecía morir así.


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