Director de emergencia lloró al informar que tragedia en discoteca deja ya 221 vidas perdidas


El funcionario calificó este trabajo como la misión más dolorosa en sus 20 años al frente del Centro de Operaciones de Emergencias.

La voz del general Juan Manuel Méndez, se quebró. El hombre que por dos décadas ha coordinado emergencias, ciclones, terremotos y accidentes, no pudo más. Frente a los micrófonos, con los ojos llenos de lágrimas, confesó lo que nadie esperaba oír de quien está acostumbrado a dar la cara en medio del caos: “Esta ha sido la tarea más difícil en 20 años”.

El director del Centro de Operaciones de Emergencias (COE) no lloró solo. Con él lloró un país entero al confirmar la muerte de 221 personas tras el desplome de la discoteca Jet Set, un templo del merengue que, en minutos, se convirtió en una tumba colectiva.

Méndez, con la voz entrecortada, agradeció a Dios por la fuerza que le permitió concluir el rescate. Pero no pudo contener el dolor. “Nos duele cada uno de esos rostros que ya no veremos”, dijo, mientras el silencio pesaba más que las palabras en la sala de prensa.

Esa noche, la música sonaba fuerte. Sobre el escenario estaba Rubby Pérez, leyenda del merengue, ofreciendo uno de sus shows más esperados. El público lo aplaudía, cantaba con él. Y de pronto, un apagón, un estruendo y el horror: el techo del establecimiento colapsó, atrapando a cientos.

Entre escombros, polvo y gritos desesperados, más de 1.500 socorristas trabajaron sin descanso. Lograron rescatar a 189 personas con vida. Pero cada cuerpo hallado sin signos vitales era una carga más sobre los hombros de quienes, como Méndez, están entrenados para mantener la calma. Pero no esta vez.

La imagen del director del COE llorando se convirtió en símbolo de lo que representó esta tragedia: una herida profunda en el alma dominicana. Ya no hablaba solo un funcionario. Hablaba un ser humano superado por la magnitud de la muerte, por el peso de las cifras, por el llanto de las madres y los abrazos rotos.

Las causas del colapso aún se investigan. Se habla de sobrecupo, fallas estructurales y negligencia. Pero el país no está listo para buscar responsables. Hoy solo llora.

Llora por Rubby, que murió cantando. Llora por los 221 que no volverán. Y llora por esas lágrimas sinceras de un hombre que, tras 20 años en primera línea, no encontró más refugio que el llanto.


¿Quieres pautar

con nosotros?