En entrevista con Al Jazeera, el presidente colombiano dejó entrever que al terminar su mandato podría retirarse a una zona rural del país o trasladarse a Gaza, el territorio palestino que ha defendido con fervor. Sus declaraciones, entre el humor y la advertencia, revelan que su discurso político no cesará con el fin de su gobierno.

A menos de un año de entregar el poder, Gustavo Petro empieza a hablar del después. Lo hace con la mezcla habitual de ironía y convicción que ha marcado su carrera. En entrevista con el canal internacional Al Jazeera, el mandatario colombiano afirmó que, una vez termine su mandato en 2026, podría retirarse a una montaña de Colombia o mudarse a Gaza, el epicentro de un conflicto que ha defendido con pasión en la escena global.

“Bueno, ya que me quieren sacar de América y me persiguen, irme para Gaza puede ser un escenario interesante… algún día estaré allá. Si podemos, si me dejan”, dijo entre risas.

Pero detrás del tono relajado, sus palabras cargan el peso de un mensaje político: el Petro que ha incomodado a potencias, criticado a Washington y defendido la autodeterminación de los pueblos, no planea desaparecer.

En la misma conversación, el presidente aseguró que su deseo también podría ser más simple: “Podría retirarme a una zona rural de Colombia”. Una frase que algunos interpretan como el anhelo de desconectarse del ruido del poder, y otros como un repliegue táctico para seguir influyendo desde la distancia.

Ratifica su posición contra Estados Unidos

Petro aprovechó la entrevista para reiterar sus críticas a Estados Unidos, acusando al gobierno norteamericano de actuar con represalias políticas por su posición frente al conflicto en Gaza y por su inclusión en la Lista Clinton. “Si no me quieren allá, participaré desde donde esté. Colombia estará en el Consejo de Seguridad de la ONU, y allí seguiremos debatiendo”, apuntó, dejando claro que su batalla ideológica trasciende fronteras.

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Analistas consultados interpretan sus declaraciones como un anticipo de su narrativa de salida: la de un líder que no busca un retiro silencioso, sino un nuevo escenario para continuar su cruzada política.

Entre la montaña y Gaza, Petro parece decidir entre la introspección y la confrontación, entre el aislamiento simbólico y el activismo internacional.
En Colombia, las reacciones no se hicieron esperar. La oposición calificó sus palabras como una “evasión de los problemas reales del país”, mientras sus seguidores lo aplaudieron por mantener coherencia con su discurso antimperialista y su defensa de los derechos humanos.

Lo cierto es que Gustavo Petro comienza a escribir su capítulo final en la Casa de Nariño con la misma intensidad con la que llegó al poder: provocando, dividiendo y dejando claro que su voz —dentro o fuera de Colombia— seguirá sonando.