Comando Ramón: el joven samario de 22 años que terminó muerto en un río de La Guajira


Ramón Agudelo, joven líder de un comando de las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada, apareció muerto con impactos de bala y signos de tortura en un río de Albania. Mientras la estructura criminal ajusta cuentas, el pueblo que lo conocía insiste en que era un “pelado bueno y trabajador”.

A Ramón Agudelo lo sacaron del camino sin contemplaciones: lo balearon, lo golpearon y lo dejaron flotando en un río de Albania como un mensaje para quien supiera leerlo. Tenía apenas 22 años, pero en el mundo violento de las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada ya cargaba con un título pesado: era el Comando Ramón, jefe de un frente, respetado y temido. Su muerte no fue un accidente. Fue un cobro.

El hallazgo se dio la mañana del domingo 16 de noviembre, cuando unos habitantes de Tinajoncito vieron un cuerpo que la corriente arrastraba lentamente. Estaba boca abajo, vestido con suéter negro, jean azul y bóxer rojo. No tenía zapatos. Desde el primer vistazo era evidente que no había muerto por causas naturales. La Policía confirmó después lo que el río ya contaba: heridas de bala, golpes y marcas suficientes para entender que lo torturaron antes de rematarlo.

Para la organización criminal no era un desconocido. Ramón, nacido en Santa Marta, había llegado a La Guajira hacía un tiempo y en cuestión de meses se ganó un puesto que otros tardan años en alcanzar. Mandaba su propio grupo, tenía influencia en zonas rurales y hasta le compusieron un corrido, ese sello que en la región reservan para quienes logran convertirse en figuras dentro de las ACSN.

Era joven, ambicioso y con padrinos que lo habían impulsado rápido. Tal vez demasiado rápido.

Pero la misma velocidad con la que ascendió fue la que lo puso en la mira. Todavía no está claro si lo traicionaron, si cayó en una emboscada de un grupo rival o si le cobraron cuentas que nunca terminó de saldar. Lo que sí está claro es que quien lo mató quiso que todos lo supieran: su cuerpo torturado, arrojado al río, fue la firma.

Llevaba una doble vida

Mientras en los corredores criminales la muerte del Comando Ramón corría como una noticia esperada —otro jefe caído, otro movimiento en el tablero—, en las calles de Albania el impacto fue diferente. Para muchos vecinos no era un líder armado; era el muchacho tranquilo que saludaba, trabajaba y no hacía ruido. “Mi hermano no, yo no creo… era un pelado bueno y trabajador”, escribió un allegado cuando confirmaron su identidad. La comunidad quedó sacudida entre la sorpresa y la incredulidad.

Ese contraste, tan típico en las zonas donde la guerra y la vida cotidiana se pisan los talones, volvió a repetirse: el joven disciplinado que algunos conocían convivía con el mando armado que otros temían. Ramón vivía en esa frontera difusa donde un muchacho puede ser, al mismo tiempo, vecino amable y jefe criminal.

Hoy las autoridades avanzan en las investigaciones, pero en las zonas calientes de la Sierra Nevada todos saben que la verdad no suele llegar por informes oficiales: llega por rumores, venganzas y cuerpos que aparecen donde los quieren dejar. Con Ramón, la guerra cobró otro nombre joven, otro liderazgo que no alcanzó a durar.

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A los 22 años, el Comando Ramón terminó reducido a eso: un cuerpo flotando en un río, convertido en advertencia. Otro muerto en la disputa que sigue devorando el territorio de la Sierra Nevada.


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