Cinco años de lucha de una madre por saber de su bebé que desapareció en clínica de Santa Marta


Danna Manjarrez fue inducida al parto en coma por COVID-19 en 2020 en la Clínica El Prado. Le dijeron que su bebé había muerto, pero lo que recibió no fue un cuerpo, sino una bolsa con objetos médicos. Hoy, cinco años después, su lucha por saber la verdad sigue sin respuesta.

Cinco años han pasado desde que Danna Manjarrez entró a la Clínica El Prado en Santa Marta con la vida colgando de un hilo. Era 1 de julio de 2020, estaba embarazada y los síntomas del COVID-19 la obligaron a ser inducida al coma. Despertó días después, confundida y debilitada, pero con una sola pregunta en los labios: “¿Dónde está mi hijo?”

La respuesta nunca llegó con claridad. El bebé, que debía nacer el 2 de julio y se llamaría Luis Eduardo, supuestamente había muerto. Pero Danna jamás lo vio, jamás lo sostuvo, ni siquiera le mostraron una fotografía. Todo fue un laberinto de evasivas, excusas médicas y protocolos de bioseguridad.

La versión oficial: murió. Lo que recibió: una bolsa sellada con una jeringa, una sonda y un pañal. Ningún cuerpo. Ninguna prueba. Ninguna verdad.

Lo que le dijeron en la clínica

En la clínica le impidieron conocer a su bebé con el argumento de que debía estar completamente recuperada. Luego, sin más, le dijeron que había fallecido. La noticia la dio una psicóloga. Lo extraño fue que semanas después, esa misma profesional la llamó preguntando si ya le habían entregado al niño. Cuando Danna le recordó que fue ella quien le informó de su supuesta muerte, colgó con una disculpa. La confusión crecía, las contradicciones también.

La familia, devastada, recibió el “cuerpo” el 8 de julio. Un pequeño ataúd cerrado, cubierto con bolsas y cintas, bajo el argumento de que era parte del protocolo por la pandemia. Una tía se atrevió a abrirlo: lo que había adentro no tenía forma ni peso de un bebé. Solo un bulto envuelto. Nadie pudo asegurar que ahí estuviera Luis Eduardo.

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El 1 de enero de 2021, Danna consiguió una orden de exhumación. La verdad fue tan cruel como sospechada: dentro del ataúd no había restos humanos. Solo un pañal, una sonda y una jeringa. Ningún hueso. Ningún cuerpo. Ningún hijo.

La batalla de una madre por saber la verdad

Desde entonces, Danna ha librado una batalla legal y emocional sin tregua. Ha tocado puertas, puesto denuncias, buscado justicia. Pero la clínica guarda silencio, y las autoridades, cinco años después, no le dan respuestas. Nadie le ha explicado qué pasó, ni por qué su hijo desapareció en manos de una institución médica sin dejar rastro.

Cada 2 de julio, Danna conmemora el nacimiento de Luis Eduardo con un pudín, globos y niños vulnerables a los que quiere regalar un poco del amor que nunca pudo entregarle a su hijo. Porque aunque no haya cuerpo, ni certeza, ni justicia, hay algo que sigue intacto: su derecho a la verdad.

Hoy, cinco años después, Danna no pide compasión. Exige justicia. Porque no solo le arrebataron a su hijo. Le quitaron la posibilidad de despedirse, de cerrar el duelo, de sanar. Alguien, en algún lugar, sabe qué pasó. Y sigue en silencio.


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