
Bandas, microtráfico y riñas: el drama social que vive El Pando
Riñas brutales, asesinatos, tráfico de drogas y hasta un descuartizamiento evidencian la grave crisis social que atraviesa este sector de Santa Marta. Las bandas imponen “líneas invisibles” y los jóvenes son los más expuestos a una vida marcada por el crimen y la intolerancia.
Por las calles de El Pando de Santa Marta, se respira tensión. Lo que antes era una zona de tránsito y vecindad se ha convertido en un territorio marcado por el miedo, el crimen y el abandono. Aquí la vida vale poco y cualquier malentendido puede terminar en muerte.
Los hechos recientes lo confirman. Este año, este barrio ha sido escenario de un brutal descuartizamiento de un extranjero italiano, múltiples riñas callejeras, atentados criminales y un crecimiento alarmante en la venta de alucinógenos. Pero más allá de los titulares, lo que está ocurriendo en El Pando refleja una fractura profunda en el tejido social.
Otro ejemplo de la tensión que rodea a esta zona ocurrió el pasado fin de semana. Lo que comenzó como una fiesta entre vecinos terminó en una batalla campal. Jóvenes que compartían tragos y risas se transformaron en agresores violentos.
Se golpearon con piedras, se patearon, se insultaron. El video del momento, difundido masivamente en redes sociales, dejó una imagen desoladora: no hay respeto, ni límites. La intolerancia se ha instalado como una nueva norma.
Líneas invisibles
Las autoridades, a través de labores de inteligencia, han advertido sobre la existencia de bandas criminales en la zona, muchas de ellas ligadas al microtráfico. Incluso se han trazado “líneas invisibles” que los propios habitantes conocen bien: si alguien las cruza sin autorización, puede convertirse en blanco de amenazas o ataques. En El Pando, caminar dos cuadras puede ser cuestión de vida o muerte.
“Lo que está pasando es muy grave. No se trata solo de capturas o patrullajes. Se requiere una intervención integral, con programas sociales, empleo y oportunidades para los jóvenes”, señala un trabajador comunitario que ha vivido toda su vida en el barrio.
Lea tambien : Niños, mujeres y trabajadores: las víctimas colaterales del narco en Santa Marta
La mayoría de los habitantes de El Pando vive del rebusque: son mototaxistas, cobradiarios, vendedores informales. Las oportunidades escasean y la frustración crece. Esa combinación —pobreza, falta de educación y presencia de grupos armados— ha creado un ambiente propicio para que la violencia se reproduzca sin control.
Muchos se preguntan en qué momento El Pando y sus alrededores se convirtieron en una zona temida, donde lo anormal se volvió cotidiano. Mientras tanto, los residentes que aún creen en la posibilidad de un cambio, claman por atención, por presencia estatal real, por programas que lleguen más allá del discurso.
El barrio no puede seguir siendo solo una cifra más en los informes de seguridad. Aquí hay vidas, historias y una comunidad que, aunque golpeada, aún resiste.
PAUTE
AQUÍ
420 px x 450 px
INFO AQUÍ