
Bala perdida mata a mujer escobita durante atentado sicarial que dejó otro muerto
La víctima salió a barrer las calles y terminó asesinada por un disparo que recibió.
Flor María Mosquera Gamboa no sabía que estaba viviendo su último día. Como cada jornada, se puso el uniforme de la empresa de aseo en la que laboraba y salió con su escoba a limpiar las calles de Medellín. A las afueras de la Universidad de Antioquia, mientras barría el polvo y la basura, el sonido de una ráfaga de disparos la sorprendió. En segundos, el caos. Gente corriendo. Gritos. Y ella, cayendo al suelo con una bala incrustada en el pecho.
Eran aproximadamente las siete de la mañana cuando ocurrió el atentado. Los sicarios, a bordo de una motocicleta, llegaron a ejecutar su objetivo: John Jairo Mazo Paniagua. Lo acribillaron sin piedad. En medio de la ráfaga, una de las balas se desvió de su blanco y alcanzó a Flor María. Un impacto directo en el pulmón.
Los testigos vieron cómo su cuerpo quedó tendido junto al andén. Aún con vida, fue trasladada de urgencia al Hospital San Vicente Fundación. No resistió. Murió poco después de su ingreso.
Otro hombre, el mecánico Jhon Arley Arcila Yepes, también fue alcanzado por una bala en una pierna. Sobrevivió. Flor María no tuvo esa suerte.
Tenía 51 años, era madre, trabajadora, y se había ganado el cariño de quienes la veían todos los días con su escoba, barriendo con dedicación y una sonrisa constante. Era una de esas trabajadoras invisibles que hacen posible que Medellín funcione. Su muerte estremeció a una ciudad entera.
El alcalde Federico Gutiérrez reaccionó con dolor: “Hieren de gravedad a una de nuestras personas que hacen aseo en las calles de Medellín. Es trasladada a la clínica y lamentablemente fallece. Su nombre era Flor María Mosquera. Qué dolor”.
El crimen desató indignación. Porque la bala no era para ella. Porque la violencia no discrimina. Porque Flor María solo cumplía con su trabajo.
Las autoridades prometieron dar con los responsables. Pero en Medellín ya es demasiado tarde para Flor María. Una víctima más de un país donde limpiar las calles puede costar la vida.
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