En medio de dolor se llevó a cabo el sepelio.

“Ay mi gordo, ¿por qué te me fuiste? así no era”: el desgarrador adiós al subintendente Ronald Montañéz


La esposa abrazó el ataúd durante horas. Su hija, de apenas 10 años, aún no entiende por qué su papá no volverá. Lo mataron a traición, en una emboscada en Palermo, Magdalena.

Un grito que partió el alma “Ay mi gordo, ¿por qué te me fuiste? Así no era. Teníamos muchos sueños juntos.” El lamento de Yelenis Johana Laguna se escuchaba con fuerza en una de las salas de velación en el cementerio Jardines de Paz.

La mujer se aferraba al ataúd de su esposo como si al hacerlo pudiera evitar lo inevitable. Con una mano sujetaba la camiseta del uniforme policial que aún olía a él; con la otra, secaba lágrimas que no dejaban de brotar.

Durante horas no se sentó. No quiso comer. Solo lloró. Solo habló con él. En voz baja le cantó las canciones que solían escuchar juntos.
El cuerpo del subintendente Ronald Andrés Montañéz Quijano, asesinado en una emboscada criminal del Clan del Golgo en el corregimiento de Palermo, había tardado dos días en ser entregado. Demasiada espera para una despedida que nadie quería vivir.

Una familia rota por la violencia

A unos metros de la escena, su hija Dana Valentina, de apenas 10 años, preguntaba en silencio con los ojos perdidos:
“¿Y mi papá cuándo se va a despertar?”

La niña, que por momentos se entretenía hablando con otros familiares, por ratos se derrumbaba en llanto. Era como si intentara escapar del dolor a través de la inocencia.

Los adultos, con el alma en pedazos, la abrazaban una y otra vez. Pero nadie tenía respuestas. Nadie podía explicarle por qué su héroe ya no volverá a casa.

“Nos quedamos solas. ¿Ahora quién me va a ayudar? ¿Quién cuidará de nosotras? Él era todo para mí y para mi hija”, decía su madre, completamente rota, frente al féretro cubierto con flores y la bandera de la patria.

El crimen: una emboscada sin piedad
La noche del ataque fue brutal. Ocho hombres armados, con fusiles y armas cortas, llegaron disparando sin previo aviso.

Ronald y tres compañeros estaban de turno en un puesto de control en la vía Ciénaga – Palermo cuando fueron sorprendidos por la espalda.
Él no alcanzó a reaccionar. Recibió varios impactos de bala y, aunque fue trasladado de urgencia a un hospital en Barranquilla, murió horas después.

“No le dieron la oportunidad de defenderse. Lo mataron cobardemente”, dijo su hermano Manuel.

Un servidor ejemplar que amaba su labor
Ronald tenía 36 años. Había dedicado 18 años, 7 meses y 9 días a la Policía Nacional. Más de la mitad de su vida sirviendo con vocación y amor. En su hoja de vida reposaban 82 felicitaciones y 9 condecoraciones. Había representado al país en un curso internacional de seguridad vial en Brasil.

Vivía en el barrio Nueva Galicia en Santa Marta, ciudad que amaba profundamente, aunque era oriundo de Bucaramanga.
La mayor Gloria Milena Calvo Agudelo, jefa de la Seccional de Tránsito y Transporte del Magdalena, lo recuerda con cariño y admiración:
“Era un policía excepcional, siempre dispuesto, siempre sonriente. Nos duele a todos porque Ronald era luz. Era alegría.”

Un país que se sigue desangrando
En su despedida, sus compañeros de uniforme no pudieron contener las lágrimas. Abrazaban a su esposa, a su hija, a su padre. Todos repetían lo mismo: “Lo mataron injustamente. Ronald no merecía morir así.”

El plan pistola y el Clan del Golfo siguen dejando luto en los hogares colombianos. Pero para la familia Montañéz Laguna, no hay consuelo suficiente. Les arrebataron al esposo, al padre, al hijo, al hermano. Les arrebataron los paseos planeados, las historias en la sala, los abrazos al final del día.

“Gracias por todo, mi amor”
Frente al ataúd, con los ojos cerrados y la voz entrecortada, Yelenis pronunció sus últimas palabras: “Gracias por todo, mi amor. Gracias por cada risa, por cada día. No te voy a olvidar nunca. Dana y yo vamos a estar bien… aunque nos duela el alma.”
Y entonces, como una despedida final, puso sobre el féretro la camiseta que tantas veces él vistió con orgullo. El mismo orgullo que hoy viste su memoria, mientras Colombia despide, con el corazón hecho trizas, a otro héroe que cayó sirviendo a la patria.


¿Quieres pautar

con nosotros?