
Atrapados en el barro: el drama del Magdalena que el invierno volvió a encerrar
Las lluvias volvieron a aislar a decenas de comunidades rurales del Magdalena. Sin vías transitables, los campesinos no pueden sacar sus cosechas ni acceder a salud o educación. Piden maquinaria y apoyo urgente antes de que la crisis se agrave.
El barro les llegó hasta las rodillas, y con él, la desesperanza. En las zonas rurales del Magdalena la lluvia no solo moja la tierra: la sepulta. Cada aguacero convierte los caminos en trampas, y cada invierno, las comunidades sienten que el olvido vuelve a tragárselas.
“Estamos incomunicados. No hay paso, ni en moto, ni en carro. Una emergencia aquí es una sentencia de muerte”, dice con voz cansada Emiro Díaz, líder de Pivijay. Su tono mezcla rabia y resignación.
La carretera que conecta los corregimientos de Veranillo, Carreto y La Fortuna es ahora un lodazal intransitable.
Las camionetas 4×4 se quedan atascadas, los enfermos no logran salir y los alimentos comienzan a escasear. “Ya no entra el carro de alimentos y víveres para las tiendas. Lo que tenemos, lo cuidamos como si fuera oro”, cuenta doña Lucila Barros, habitante de Piedras de Moler, en Zapayán.
Caminos de fango y resignación
En Chibolo, el campesino Edgar Guette decidió grabar con su celular la vía que conduce al corregimiento de La Pola. En el video, se ve cómo los motociclistas se hunden en el barro y algunos deben empujar los vehículos para avanzar unos pocos metros. “Así vivimos cada año. Nadie viene, nadie ayuda. Lo que sembramos se pierde”, lamenta.
Las imágenes se repiten en varios rincones del Magdalena rural. Tramos que antes tardaban media hora en recorrerse ahora toman más de tres, si el clima lo permite. Las lluvias no han parado y las comunidades saben que el invierno apenas comienza.

Los niños, mientras tanto, también pagan el precio del abandono. Muchos dejaron de ir a clases porque no logran cruzar los caminos destruidos. Otros caminan durante horas, cubiertos de lodo, para llegar a la escuela. “Hay días que me devuelvo porque no puedo pasar el charco”, dice Luis David, un pequeño de 10 años del corregimiento de Canoa.
Esperan una ayuda pronta
La Gobernación del Magdalena asegura que ha ejecutado un plan de mejoramiento vial en varias zonas críticas. “Si tienen la maquinaria, ¿por qué no la mandan? Aquí nadie nos escucha”, reclama Lucila, mientras observa cómo la lluvia vuelve a caer sobre el único camino que la conecta con el resto del municipio.
La historia se repite año tras año. Lluvias, barro, aislamiento y promesas que se deshacen con el primer aguacero. En Piedras de Moler, la comunidad denuncia que la maquinaria del municipio está siendo usada en otra obra, mientras ellos siguen atrapados.
“Nos estamos quedando sin comida, sin medicinas y sin fe. Pero aquí seguimos, esperando que alguien se acuerde de nosotros”, dice Emiro antes de cortar la llamada: la señal, como las vías, también se fue con el invierno.
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