Alcalde Carlos Pinedo reconstruirá casas afectadas por avalancha en San Fernando y Nacho Vives 

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Ya son 221 familias damnificadas con las lluvias en este sector de la ciudad. El mandatario agradeció al gobernador de Magdalena por su apoyo en esta calamidad.  

En medio de las fuertes lluvias que azotaron recientemente a Santa Marta, la esperanza comienza a renacer entre los habitantes de los barrios más golpeados. La promesa de reconstrucción fue dada en el sexto Consejo Distrital de Gestión del Riesgo de Desastres, donde el alcalde Carlos Pinedo Cuello anunció la disposición de $150 millones de pesos para levantar nuevamente las viviendas destruidas. 

«Devolverles la estabilidad y la dignidad que merece nuestra gente» es el objetivo que se planteó, unas palabras que generan un sentimiento de tranquilidad y satisfacción entre quienes resultados más perjudicados por la naturaleza. 

Los barrios San Fernando, Nacho Vives y la Ensenada Olaya Herrera fueron los más afectados. Allí, entre los escombros, residen historias de familias que perdieron todo y hoy dependen de la ayuda que lentamente empieza a llegar. 

Álex Velásquez, jefe de la Oficina para la Gestión del Riesgo y Cambio Climático (Ogricc), aseguró que no han dejado de entregar frazadas y alimentos desde el primer día. 

Las cifras oficiales contabilizan 221 familias damnificadas, un número que pone en evidencia la magnitud de la tragedia, pero también la urgencia de una respuesta efectiva.

El compromiso del alcalde Pinedo Cuello y el agradecimiento expresado al gobernador de Magdalena, Rafael Martínez, así como a las empresas públicas y privadas, reflejan el esfuerzo conjunto de una comunidad que no solo busca reconstruir estructuras, sino también sanar el espíritu de sus habitantes. 

La emergencia ha traído días oscuros y noches frías para muchos, pero también ha generado un sentido de unión y solidaridad.

Entre las promesas de apoyo y los planes de reconstrucción, las familias esperan, aferradas a la esperanza de ver nuevamente levantadas sus casas, los espacios donde forjaron sus vidas y sueños. 

Cada ladrillo que vuelva a su lugar no solo será una señal de avance, sino de la resistencia de un pueblo que, a pesar de la tormenta, se niega a rendirse.