El conductor del Flecha Bus, que cubría la ruta Barranquilla – La Guajira, aseguró que el hombre se atravesó repentinamente en la vía rápida, sin darle tiempo de reaccionar. La familia aún no asimila la tragedia.

César Augusto García había expresado en los últimos días un deseo recurrente: quería ir al mar. Su familia, acostumbrada a sus palabras envueltas en melancolía, nunca imaginó que esas frases sueltas fueran el presagio de su destino final.

El adulto mayor, quien padecía problemas psiquiátricos y estaba bajo tratamiento, salió de su casa en un descuido de sus seres queridos. Sin rumbo fijo, pero con una inquietud latente, caminó hasta la Troncal del Caribe en el sector de Bello Horizonte. En medio de la vía rápida, la tragedia lo encontró.

Un bus intermunicipal de la empresa Flecha Bus, que cubría la ruta Barranquilla-La Guajira, lo embistió con fuerza. El impacto fue brutal. Su rostro quedó irreconocible. El conductor, en estado de shock, repetía una y otra vez que el hombre apareció de la nada, que no pudo esquivarlo. “Se me atravesó de repente… no pude hacer nada”, balbuceó, con la mirada perdida en el pavimento teñido de sangre.

Cuando la familia recibió la noticia, la incredulidad los paralizó. No podían procesar que César Augusto, el hombre al que cuidaban con esmero, hubiese terminado su vida de manera tan desgarradora. La escena era devastadora.

Quizá, en su mente, el mar seguía llamándolo. Tal vez, en su última caminata, buscaba alcanzar ese horizonte azul que tanto anhelaba. Pero en su camino, la fatalidad lo encontró primero.