A joven de 15 años compañeros le prendieron fuego en una fábrica de perfumes; agresores siguen libres


Según su denuncia, la encerraron, la bañaron en alcohol y le prendieron fuego. Cuatro meses después, sigue aferrada a la vida mientras sus agresores continúan en libertad.

El 23 de julio de este año, en una fábrica de perfumes en Pasto, Nariño, la vida de Sara Yuliana —una adolescente de apenas 15 años— quedó marcada para siempre. Ella y otra compañera fueron encerradas en una habitación por cuatro trabajadores. Allí, según los relatos y videos en poder de la familia, las rociaron con alcohol y les prendieron fuego mientras se reían.

Cuando lograron salir, ya era tarde. Una de las jóvenes murió poco después. Sara sobrevivió, pero con el 80 % de su cuerpo quemado.

Desde ese día permanece hospitalizada, conectada a máquinas y a la esperanza. Ha pasado por más de 40 cirugías y continúa en estado crítico, sometida a dolorosos injertos y tratamientos que apenas le dan tregua.

“Papito, ellos fueron los que me quemaron

Su padre, Wilson, llegó al lugar cuando aún estaba tirada en el suelo. Ese fue el momento en que escuchó las palabras que le partieron la vida: “Papito, ellos fueron los que me quemaron”.

Desde entonces, no ha habido día que no acompañe el sufrimiento de su hija. “Cada cirugía que le hacen le sacan piel de ella misma para poderle injertar”, dice con la voz quebrada. El proceso es largo, incierto y devastador.

Pese a los señalamientos directos y las pruebas que ha entregado la familia, los presuntos agresores siguen libres. La indignación ha cruzado fronteras.

Una familia quebrada y sin recursos

La tragedia no solo desfiguró la vida de Sara. También arrasó con la estabilidad de su familia. Los padres renunciaron a todo —empleos, hogar, rutina— para permanecer junto a ella en el hospital. Se trasladaron de ciudad y agotaron sus ahorros intentando sostener el tratamiento y su propia manutención.

Hoy sobreviven gracias a la solidaridad. Necesitan de todo: cremas especializadas, pañales, implementos médicos y alimentación para los cuidadores. Cada día es una factura más que no pueden pagar.

La súplica de una hermana: que no la olviden

En redes sociales, Luisa Maya, hermana de Sara, se ha convertido en la voz que no se rinde. Una voz que reclama justicia, que exige que el caso no quede en silencio ni se pierda en la impunidad.

“Hoy Sara, con su voz frágil pero firme, pide justicia. Ella soñaba con bailar, con estudiar, con vivir tranquila. No merecía esto”, lamenta.

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Mientras Sara libra su batalla desde una cama de hospital, su familia clama para que los responsables paguen por el horror que provocaron. Y para que la vida de una niña de 15 años no sea destruida por un delito que todavía no encuentra castigo.


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