La pareja de campesinos fue secuestrada en Sevilla, torturada y asesinada antes de ser enterrada clandestinamente en Tuluá. Autoridades señalan a disidencias de las FARC como posibles responsables.

El campo en el norte del Valle volvió a convertirse en escenario de horror. Los cuerpos de Mesías Escalante Murcia, de 59 años, y su esposa, María Yaneth Molina, de 58, fueron encontrados enterrados en una fosa clandestina en la zona rural de Tuluá.

La pareja de campesinos había sido secuestrada días atrás en su finca de la vereda Alto Coloradas, corregimiento de San Antonio, en el municipio de Sevilla.

La investigación apunta a que hombres armados llegaron hasta su vivienda, los sacaron a la fuerza y los trasladaron hasta la vereda Altomira, en jurisdicción de Tuluá. Allí fueron sometidos a torturas y finalmente asesinados. Luego, los victimarios los enterraron como si quisieran borrar toda huella, pero el hallazgo confirmó lo peor: la pareja nunca regresaría con vida.

Las autoridades no descartan que detrás del secuestro y homicidio estén integrantes del Frente 57 Yair Bermúdez, una de las disidencias de las FARC que viene sembrando miedo en esta región del Valle. El crimen agrava aún más la crisis de violencia que atraviesa la zona, marcada en los últimos meses por asesinatos, secuestros y ataques armados.

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El hallazgo de los cuerpos ocurrió apenas días después de que la estación de Policía de San Antonio fuera atacada con armas de fuego, hecho que generó terror entre los habitantes y que también fue atribuido al mismo grupo ilegal. La población siente que la guerra volvió a instalarse en sus veredas.

El caso de Mesías y María Yaneth revive la memoria reciente del secuestro de la médica Daniela Hernández y sus dos hijos menores, ocurrido el 14 de agosto en Sevilla. Aunque los niños fueron liberados en pocas horas, ella permaneció en cautiverio durante 12 días hasta recuperar la libertad tras un presunto pago de rescate.

Los investigadores tratan ahora de establecer si el Frente 57 está detrás de estos hechos que tienen en vilo a la población civil. En el norte del Valle, los campesinos sienten que la violencia los rodea por todos lados y que ni siquiera la tranquilidad de sus parcelas es garantía de vida.