Un mensaje de rabia y dolor: en Bosconia incendian tumba del sicario que mató a trabajadora de Supergiros 

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En un acto de venganza póstuma, la comunidad de Bosconia arremetió contra la tumba de pistolero del Clan del Golfo que segó la vida de Marlen Mozo sin conocerla, en un cruel juego de extorsión y amenazas.

El municipio de Bosconia, en el departamento del César, se ha convertido en un eco desgarrador de dolor y rabia. La sangre derramada de Marlen Mozo Jiménez, una joven de 18 años asesinada mientras trabajaba en un local de SuperGiros, ha dejado una marca imborrable en la comunidad, que no ha encontrado consuelo ante la brutalidad del crimen. 

La indignación, contenida en los primeros días, encontró su catarsis en un acto de venganza que refleja el repudio hacia un sistema en el que las vidas humanas parecen haber perdido valor ante el poder del miedo.

Rubén Contreras Ceballos, sicario del Clan del Golfo, fue el brazo ejecutor de este acto atroz. Sin conocer a Marlen, sin importarle quién era o qué sueños guardaba, llegó hasta su lugar de trabajo y, sin mediar palabra, le disparó en el rostro. 

Su único objetivo era enviar un mensaje de terror a los directivos de SuperGiros, que se habían rehusado a ceder ante una extorsión impuesta por la organización criminal. Marlen se convirtió así en una víctima inocente, un sacrificio de un conflicto que ella no eligió y en el que, trágicamente, quedó atrapada.

La muerte de Marlen no solo apagó una joven vida llena de promesas, sino que desató una tormenta de furia en Bosconia y más allá, obligando a las autoridades a ofrecer una millonaria recompensa para dar con el paradero de Contreras. 

La presión de la opinión pública y el clamor de una comunidad herida llevaron a las fuerzas de seguridad a movilizarse hasta que finalmente lograron acorralarlo. En un intento desesperado por huir, el sicario abrió fuego contra los uniformados, pero fue abatido antes de poder escapar.

La venganza de la comunidad 

Sin embargo, ni siquiera la muerte de Contreras fue suficiente para calmar la ira de la gente. Cuando su cuerpo fue sepultado, un grupo de personas decidió llevar la venganza más allá: quemaron su tumba, transformándola en un lugar de desagravio. El fuego devoró la tierra que cubría el ataúd, convirtiendo las llamas en una advertencia para quienes, como él, pretenden llenar de miedo a un pueblo que ya no está dispuesto a callar.

La imagen del lugar ardiendo con los restos de Rubén Contreras en su interior fue una muestra  del repudio que sus actos sembraron. La comunidad no solo lo rechazó en vida, sino que también se negó a darle paz en la muerte. 

En Bosconia, el nombre de Marlen Mozo Jiménez se ha convertido en símbolo de una inocencia brutalmente arrebatada, y el de Rubén Contreras, en el de una oscuridad que terminó siendo consumida por el mismo odio que engendró.