Desde Medellín, Yuleisy López sigue esperando noticias de su novio Santiago, desaparecido en una avalancha en Quebrada Valencia. Cuatro meses después, el misterio sigue sin respuesta.
Santiago López Urrea, oriundo de Medellín, junto a su novia Yuleisy López Pérez, había planeado una escapada soñada a Santa Marta. Juntos habían recorrido el Parque Tayrona, sus playas vírgenes y exuberantes paisajes, cumpliendo ese anhelo que guardaban con ansias desde hacía tiempo.
Pero lo que se perfilaba como unas vacaciones idílicas, pronto se transformaría en una pesadilla de la que Yuleisy, hasta hoy, no logra despertar.
La pareja decidió pasar aquella mañana de junio en Quebrada Valencia, un paraje conocido por sus aguas cristalinas y su serenidad, en busca de un respiro antes de retornar a sus vidas cotidianas.
Yuleisy aún recuerda con dolor el momento en que una avalancha repentina interrumpió la calma, convirtiendo el agua clara en un torrente implacable que arrastró sin piedad a quienes estaban allí. Aquel baño de tranquilidad se volvió, en cuestión de segundos, en un escenario de horror.
Con 26 años y un sueño compartido, Yuleisy luchó por su vida aferrándose a una piedra; fue auxiliada y, poco después, puesta a salvo.
Santiago, en cambio, no corrió con la misma suerte. El torrente lo arrebató, y desde ese instante, su paradero quedó envuelto en el misterio. Las horas pasaron, y el terror inicial de Yuleisy se transformó en desolación y, finalmente, en una angustia que todavía la atormenta.
“Pensé que su cuerpo aparecería en cuestión de horas, temía lo peor, ahora afronto la zozobra de no saber qué le pasó”, recuerda ella entre suspiros.
Los días de búsqueda exhaustiva concluyeron sin respuestas, y Santiago desapareció como si la naturaleza misma se lo hubiera tragado. Durante estas jornadas de búsqueda, Yuleisy no dejaba de preguntarse por qué no hubo una advertencia del peligro latente en un lugar de acceso controlado, al que habían ingresado tras realizar un pago sin saber los riesgos de una avalancha.
Cuatro meses después, el silencio sobre el destino de Santiago sigue siendo ensordecedor. Yuleisy intenta recomponerse entre los recuerdos y la rutina. Cada día, su trabajo como diseñadora gráfica le da un respiro y la sumerge en una terapia creativa, ayudándola a enfrentar las heridas invisibles que lleva en el alma.
“Al principio estuve mucho tiempo en shock, con la esperanza de que aparecería pronto, pero mis amigas y el trabajo me han ayudado mucho. Trabajar es una forma de terapia, porque me mantiene entretenida en lo que me gusta hacer”, confiesa con un atisbo de gratitud.
A pesar del tiempo que ha pasado, ella sigue aferrada a la posibilidad de un milagro. Desde Medellín, permanece atenta a cualquier noticia proveniente de Santa Marta, cualquier novedad que pueda arrojar luz sobre el paradero de su novio.
Con dolor, Yuleisy sostiene que nunca ha tenido la certeza de que Santiago haya fallecido; prefiere aferrarse a la idea de que, tal vez, en algún rincón de la Sierra Nevada o de las cercanías de la Quebrada Valencia, él esté vivo, esperando, como ella, una segunda oportunidad.
Su relato es el de una mujer que, a pesar del tiempo y la tristeza, conserva la fe en lo imposible.