Se fue de su natal Ariguaní, donde había sido capturado y comenzó una nueva vida como albañil en Santa Marta; sin embargo; cuentas pendientes que dejó con el Clan del Golfo le costaron la vida.
Jairo de Jesús Acuña Suárez, conocido como «El Carnicero», intentó escapar de su propio pasado.
Después de una vida de crímenes y deudas con el Clan del Golfo, decidió dejar atrás los oscuros años en el municipio de Ariguaní y empezar una nueva vida en Santa Marta, como un hombre común, albañil de oficio. Sin embargo, las cuentas pendientes que había dejado con el grupo armado no se olvidaron.
Su vida criminal
Jairo de 34 años no era un delincuente cualquiera; las autoridades lo catalogaban como un temido sicario de la región Centro del departamento de Magdalena.
Sus días de libertad terminaron en mayo de 2022, cuando fue capturado en un operativo en el que le encontraron una granada, panfletos con mensajes de las autodefensas Gaitanistas de Colombia y un celular con información sobre las actividades del grupo.
Su arresto generó alivio en Ariguaní y en las poblaciones cercanas donde el «Carnicero» infundía terror, pues su fama de sicario y extorsionador resonaba en cada esquina.
Un nuevo comienzo en Santa Marta
Pasaron casi dos años antes de que, inesperadamente, recuperara su libertad. Decidido a dejar el mundo del hampa, eligió Santa Marta como el escenario de su “nueva vida”, lejos del pasado y del miedo que él mismo había sembrado.
Comenzó a trabajar como ayudante de obra en el barrio El Pantano, buscando ganar su sustento sin levantar sospechas, intentando borrar las huellas que había dejado en la piel de la región que lo vio crecer y delinquir.
El jueves al mediodía, cuando el sol estaba en su máximo esplendor, Jairo se dispuso a tomar su descanso para almorzar. En esos instantes, el ruido de una motocicleta rasgó la quietud del barrio.
Dos hombres descendieron del vehículo y se dirigieron hacia él con pasos calculados. En cuestión de segundos, las detonaciones rompieron el silencio, una y otra vez, hasta asegurarse de que el «Carnicero» no volviera a levantarse.
Los vecinos, acostumbrados al bullicio del trabajo diario, no podían asimilar el horror de los disparos que terminaron con la vida de Jairo.
La noticia corrió como pólvora: el hombre que había intentado escapar de su pasado, que intentó refugiarse en una vida humilde, había caído a manos de un ajuste de cuentas.
Algunos especulan que fue el propio Clan del Golfo quien cobró el precio de las traiciones o deslealtades de Jairo.
Otros, en cambio, creen que su muerte fue ordenada por un grupo rival, las Autodefensas Conquistadores de la Sierra, como advertencia o retaliación.
Lo único cierto es que, para Jairo de Jesús Acuña Suárez, «El Carnicero», no hubo redención. Sus intentos de borrar los rastros de sus crímenes quedaron en vano; el pasado no olvida, y en esta ocasión, tampoco perdonó.