En una época en la que hacer lo correcto no siempre es lo habitual, su gesto se convierte en un ejemplo de honestidad que ha sido ampliamente aplaudido.
El taxista Jairo Anaya, de Santa Marta, devolvió un iPhone 15 que había sido olvidado en su taxi por una pareja de turistas que visitaba la ciudad.
El incidente, que tuvo lugar en el sector de El Rodadero, destaca una cualidad cada vez más escasa en el día a día: hacer lo correcto, incluso cuando las circunstancias facilitan lo contrario.
La pareja, después de descender del taxi en su hotel, no se percató de que habían dejado el valioso dispositivo en el asiento trasero. Sin embargo, Jairo, al descubrir el teléfono, decidió hacer todo lo posible para devolverlo.
Se tomó el trabajo de regresar al hotel donde había dejado a los turistas, localizarlos y asegurarse de que recuperaran su pertenencia.
La gratitud de los turistas fue inmediata, y no solo le agradecieron verbalmente, sino que también le ofrecieron una recompensa por su gesto.
“El país necesita hombres como usted”, expresó el dueño del teléfono, visiblemente emocionado.
Para el turista, el gesto del conductor superó las expectativas y contrastó con situaciones similares que han terminado en pérdida definitiva.
Aunque devolver un objeto extraviado debería ser siempre la conducta esperada, este tipo de actos no suelen ser noticia. Sin embargo, en medio de una cultura actual en la que muchas personas optan por quedarse con lo ajeno, el gesto de Jairo Anaya no solo merece ser aplaudido, sino también difundido como un ejemplo para la comunidad.
La honestidad de este taxista samario, más allá del valor material del teléfono, refuerza la idea de que aún existen personas comprometidas con hacer lo correcto, sin importar las circunstancias.
Jairo Anaya es ahora un rostro conocido entre los turistas que visitan la ciudad. “Lo que hice es lo que todos deberían hacer, es simplemente lo correcto”, expresó humildemente, minimizando su acción. Sin embargo, para la pareja de turistas, su gesto dejó una huella imborrable y transformó su experiencia en Santa Marta en una anécdota que contarán con admiración.
En una ciudad que depende en gran parte del turismo, actos como el de Jairo no solo refuerzan la confianza de los visitantes en la calidez y honestidad de los samarios, sino que también dejan claro que, aunque los valores puedan parecer en declive, siempre habrá personas dispuestas a hacer lo correcto.