Abelardo de la Espriella se inclina ante Dios al inscribir 5 millones de firmas: “este proyecto es voluntad divina”


El aspirante presidencial cambió el tono y abrazó el discurso religioso durante la entrega de firmas, acompañado por Polo Polo y su equipo en una oración pública.

Abelardo de la Espriella no entró a la Registraduría como el abogado combativo que el país conocía. Entró lento, con la mano derecha levantada y una frase que meses atrás no habría salido de su boca: “Que Dios tome el control.” Fue su manera de sellar un día que, según él, marca un antes y un después en su vida y en su aspiración presidencial.

Afuera, un puñado de seguidores agitaba banderas y rezaba al mismo tiempo. Adentro, los funcionarios observaban cómo el candidato ponía sobre la mesa las cajas que, según su equipo, contenían más de cinco millones de firmas. Pero la escena que terminó robándose la jornada apareció justo después: De la Espriella invitó a su equipo, a los voluntarios, y hasta a los curiosos del pasillo a formar un círculo de oración.

Para quienes lo han seguido durante años, el gesto fue desconcertante. Abelardo, quien en múltiples entrevistas insistió en su visión atea y racionalista, ahora hablaba del “propósito divino” y de su decisión de “poner a Dios adelante antes que cualquier estrategia política”. Él mismo lo explicó sin rodeos:
Uno cambia cuando entiende que hay batallas que no se ganan solo con argumentos.

A su lado, el congresista Miguel Polo Polo —que no perdió oportunidad de acompañarlo— cerraba los ojos y levantaba la voz pidiendo “victoria electoral porque el país ya decidió”. Fue una escena más cercana a un culto improvisado que a un acto de trámite electoral.

El día que las firmas se volvieron símbolo

Lo que debía ser un procedimiento técnico terminó convertido en una demostración de músculo político y espiritual. La campaña aseguró que las firmas se recogieron “en cada rincón del país”, un mensaje que busca mostrar amplitud territorial pero también disciplina organizativa.

Los voluntarios, muchos vestidos con camisetas blancas, narraban que venían trabajando desde antes del amanecer. Algunos mostraban fotos, otros videos, y la mayoría repetía la misma línea: “La gente está cansada, quiere algo firme, algo distinto.”

La oración que selló la escena

Cuando Abelardo pidió orar, los celulares dejaron de grabar por un instante. Los simpatizantes se tomaron de las manos; Polo Polo agradeció el “milagro de haber llegado hasta aquí”.

El candidato cerró los ojos y soltó una frase que después repetiría para las cámaras:
Si logré recoger cinco millones de firmas, fue porque Dios abrió puertas que nadie más podía abrir.

La oración duró apenas un minuto, pero bastó para que en redes sociales comenzaran a hablar del “nuevo Abelardo”, y también para que sus críticos dijeran que se trataba de un acto calculado.

Un día decisivo, una estrategia clara

Al final, cuando el equipo anunció que la entrega de firmas era “un hito organizacional”, lo que realmente quedó claro es que la campaña no solo busca votos: busca narrativa. Y en esa narrativa, la transformación espiritual del aspirante es el nuevo ingrediente.

Abelardo salió como entró: mirando al cielo.
Y aunque nadie sabe qué tan lejos llegará, él parece convencido de que —esta vez— no camina solo.


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