La menor sufría un trastorno a raíz de la desaparición de su madre y huyó hace cinco meses en una mula sin un destino claro. Investigan si era explotada sexualmente.
En la noche del miércoles 5 de junio del 2024, Meghan* caminaba por el barrio La Favorita, donde en escasas cuadras se mezclan lugares de lenocinio, expendios de drogas y caminos donde los habitantes de calle arman sus cambuches.
En muchos de estos pasadizos hay quienes dicen que ni Dios se atreve a entrar. Esa noche, la Policía se tomó esa zona de tolerancia para asegurarse de que la criminalidad tuviera un freno en el sector.
Ahí fue cuando apareció Meghan, una jovencita de mediana estatura quien solo vestía una camisetica, manga larga de color gris, y una minifalda que apenas la cubría.
Las patrulleras quienes estaban acompañando el operativo vieron cuando ella ingresó a una casa, de color amarillo y de tres pisos, que funciona como pagadiario, establecimientos donde recicladores, habitantes de calle y trabajadoras sexuales pagan por noche para poder dormir y asearse.
El aspecto de Meghan, por su cara de niña, sus ropas andrajosas y su pelo mugriento, de inmediato llamó la atención y preocupó a la mayoría de los agentes que merodeaban el lugar.
Al acercarse a ese pagadiario, Meghan se presentó como una habitante de calle de 17 años de edad, pero su rostro de niña la hacía caer en la mentira. Fuentes de la Policía que adelantaron la llamada megatoma a la localidad de Los Mártires dijeron que unas patrulleras fueron quienes se ganaron la confianza de ella y, finalmente, accedió a darles un número de celular de un familiar.
Del otro lado de la línea telefónica contestó una mujer de unos 70 años llamada Rosa*, a quien le preguntaron si conocía a Meghan.
Rosa recordó, llorando, cada detalle de esa llamada en comunicación con este medio de comunicación. La mujer manifestó que les dijo a los policías que había denunciado ante la Fiscalía la desaparición de su bisnieta desde hacía cinco meses en la ciudad de Santa Marta, donde ella vivía con la menor, quien no tenía 17 años sino que apenas acababa de cumplir 13 en el pasado mes de marzo.
La difícil vida de Meghan
“Cuando la vi estaba deteriorada, mal vestida, fea. Me dio dolor. Uno aquí le daba los gustos para que ella no se fuera”, dijo llorando Rosa en una conversación telefónica.
Cuando las agentes de la Policía le marcaron entrada la noche, ella pidió que le dejaran ver a Meghan por videollamada para comprobar si en realidad se trataba de su niña.
A esta mujer le tocó hacerse cargo de la niña y de sus dos hermanitos, de 8 y 10 años, casi toda la vida. Como ella misma relató, su nieta, quien es la madre de los tres menores, jamás estuvo como una figura maternal y de los padres de ellos no tiene la menor idea, pues cada infante tiene un progenitor distinto.
Nunca se hicieron cargo de ellos.
Pero como sea, con ayuda de su nieto, hermano de la mamá de los niños, ha intentado sacar adelante a los hermanitos, quienes están en el colegio y no han dejado de preguntar por Meghan en todos estos meses. Con ella, especialmente, “la cosa ha sido más que dura”.
Desde hacía al menos dos años, Meghan se escapaba de la casa y la familia duraba hasta dos semanas sin tener razón de ella. “El tío, quien tenía la custodia, se la pasaba todas las noches en los barrios más peligrosos de Santa Marta, exponiendo su vida, en busca de la niña”, contó.
La misma abuela dijo que la Policía de Infancia y Adolescencia en Santa Marta ya tenía referenciada a la menor por sus constantes fugas de la casa. Doña Rosa confesó que en muchas ocasiones le era difícil buscarla por un accidente que le dejó graves lesiones en la cadera y fémur, por las que ha sido intervenida quirúrgicamente en varias oportunidades, quedando en una silla de ruedas durante varios meses.
Incluso, dijo, pese a su condición de movilidad, ella llevaba a Meghan a terapias y al psiquiatra para saber qué era lo que estaba pasando, con la fe puesta en que no se volviera a ir.
“Ella me besaba, me abrazaba, pero en un descuido se escapaba y se iba. Durábamos dos semanas sin saber de ella. Yo no dormía por ella. Duré mucho tiempo hospitalizada por mis lesiones en el fémur y cadera, solo hasta este momento puedo dar algunos pasos”, dijo Rosa.
La madre de Meghan también está desaparecida
Según la misma abuela, estos comportamientos de la niña comenzaron después de que dejó de ver a su madre, quien aunque no era la más presente, se ocupaba de darles plata y regalos, pues eso sí, trabajaba para sus hijos.
Rosa contó que la pandemia por el covid-19 fue un momento de crisis para la mamá de los niños, quien decidió empezar a llevar pescado de Santa Marta hacia Bogotá, buscando maneras de sobrevivir.
“Durante la pandemia se fue con una amiga a llevar pescado a Bogotá. La primera vez le fue muy bien, cuando volvió les trajo plata y regalos a los niños”, mencionó.
Sin embargo, Luna* volvió a viajar a Bogotá y este 17 de julio se cumplen tres años desde que Rosa supo de ella por última vez. A esta joven la tiene reportada como desaparecida en la Fiscalía, pero no ha recibido ninguna noticia desde entonces. “La mamá de los niños sigue desaparecida. En la Fiscalía está su caso, pero es la hora que no conozco de su paradero”, lamentó.
¿Cómo se desapareció Meghan en Santa Marta y fue hallada en Bogotá?
Rosa contó que, a comienzos de febrero, en plenos carnavales, le pidió a su bisnieta el favor de que le hiciera una recarga a su teléfono celular. Meghan salió de la casa con el dispositivo y con el dinero que le dio su bisabuela, pero ella no regresó.
Ese día volvió la pesadilla de ir con el tío de los niños a buscar a Meghan por las calles de Santa Marta, pero en los siguientes días no encontraban ninguna pista de dónde estaba.
“Nosotros llevamos el caso de la desaparición a la Fiscalía. Publicamos su retrato por Facebook, pero nadie nos daba razón de ella”, contó.
Fuentes de la Policía quienes estuvieron en el rescate de Meghan el pasado miércoles contaron que la niña les dijo que había tomado una tractomula sin rumbo fijo y así terminó en Bogotá, entrando en una de las zonas más peligrosas de la ciudad.
“Estábamos sufriendo. No sabíamos del paradero ni nada. Estoy contenta porque gracias a Dios la encontraron viva, pero la vi muy mal”, dijo Rosa tras ver la imagen de su bisnieta en la videollamada del miércoles.
Por el momento, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) adelanta los exámenes médicos para saber cómo se encuentra la menor de edad, a quien le están reestableciendo sus derechos.
No obstante, fuentes de la investigación señalaron que Meghan podría estar siendo víctima de explotación sexual y se indaga si quizá es víctima de alguna red de trata.
Las mismas pesquisas tratarán de establecer si alguna persona está detrás de la motivación para que la menor se decidiera a abandonar su casa y viajar de manera clandestina a Bogotá.
Los investigadores del caso también contaron que la niña les manifestó su tristeza por la carencia afectiva de su madre y padre, pero reconoció que quienes estaban atentos a ella era su bisabuela y su tío.
Doña Rosa dijo que le es muy difícil viajar a Bogotá a ver a la niña dada su condición física. “Yo prefiero que Bienestar Familiar tenga su custodia definitivamente hasta que ella sea una adulta porque muchas veces ya se me había ido”, reconoció.
La abuela también contó que ahora mismo atraviesa una situación complicada, pues su único apoyo, que es el tío de estos niños, está en una unidad de cuidados intensivos en Santa Marta debido a una dura enfermedad.
«A Dios le pido que me mantenga viva por los niños. Le rezo todos los días por ellos porque están muy pequeños. Solo nos tienen a su tío y a mí», puntualizó doña Rosa desde Santa Marta.