A evangélico magdalenense lo mataron delante de su madre mientras escuchaba alabanzas en la puerta de su casa


Ronald Antonio Torres Ortiz, un hombre pacífico y reconocido por su fe cristiana, fue asesinado a tiros frente a su vivienda en el corregimiento de Porciosa, Albania (La Guajira). Sicarios en moto llegaron sin decir una palabra y lo ejecutaron frente a su madre. La comunidad está consternada y exige justicia.

A Ronald Antonio Torres Ortiz lo mataron sin darle tiempo ni para levantarse de la silla. Estaba sentado frente a su casa, en la puerta de siempre, escuchando alabanzas como cada tarde, acompañado de su madre, cuando dos hombres en motocicleta se detuvieron y abrieron fuego sin una sola palabra. Fue un ataque directo, rápido, certero. No hubo discusión, no hubo chance de nada.

El crimen ocurrió en el corregimiento de Porciosa, zona rural de Albania, La Guajira, un lugar donde la violencia parecía no tener espacio. Pero esta vez sí lo tuvo, y se llevó la vida de un hombre de 35 años conocido por su fe, su calma y su costumbre de pasar las tardes oyendo música cristiana.

Los disparos resonaron tan fuerte como la incredulidad de los vecinos que corrieron a la calle. Cuando llegaron, Ronald ya no tenía signos de vida. La silla quedó hacia atrás, el parlante aún seguía sonando, y su madre, paralizada por el shock, apenas podía llorar. La escena lo dijo todo: nadie esperaba un ataque así.

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Ronald, oriundo de Concordia, Magdalena, padecía esquizofrenia desde hacía varios años, pero en Porciosa todos lo conocían como un hombre respetuoso, tranquilo, inofensivo. “Él no molestaba a nadie”, repetían los vecinos, incapaces de entender por qué su muerte llegó en forma de ráfagas de moto.

La comunidad está golpeada. Dicen que el pueblo era un lugar seguro, que nadie se metía con nadie, y que si mataron a un hombre tan pacífico, cualquiera podría ser el siguiente. Por eso, el crimen no solo dejó dolor: dejó miedo.

Las autoridades avanzan en la recolección de testimonios, revisan rutas de escape y buscan pistas para esclarecer qué motivó un ataque tan frío. Mientras tanto, Porciosa intenta digerir la escena: un hombre que escuchaba alabanzas hasta el último segundo, una madre que presenció la muerte de su hijo y un corregimiento entero que hoy exige respuestas.


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