
Fin de semana de plomo: cuatro asesinatos en 24 horas reavivan la guerra criminal en Santa Marta
En menos de un día, Santa Marta quedó atrapada en una nueva oleada de sangre: un trabajador de Atesa, un vendedor de pollo, un mototaxista y un presunto integrante del grupo ACSN fueron asesinados en ataques casi simultáneos. La Policía investiga si los crímenes responden a ajustes de cuentas, disputas por microtráfico y la reactivación de estructuras armadas que operan en la ciudad.
La criminalidad volvió a golpear sin aviso. Entre la madrugada del sábado y la mañana del domingo, Santa Marta amaneció contando muertos en distintos puntos de la ciudad. Cuatro hombres —cada uno con su historia, su barrio y su lucha diaria— fueron asesinados a tiros en ataques certeros que dejaron en evidencia un patrón repetido: sicarios que llegan, disparan y desaparecen.
Un mototaxista acribillado en Altos de Bahía Concha
El primer caso ocurrió cuando la mayoría dormía. En Altos de Bahía Concha, José González, conocido como Mackgiber, mototaxista del sector, fue sorprendido por atacantes que le dispararon varias veces. Vecinos lo llevaron con urgencia a la clínica Gestión Salud, pero los médicos no lograron salvarlo.
González, un joven descrito como trabajador, se convirtió en la primera víctima del fin de semana. Para muchos en el barrio, su muerte fue el aviso de que algo oscuro estaba moviéndose otra vez.

En Gaira mataron a un hombre que ya había sobrevivido a un atentado
En Gaira, la violencia llegó con nombre propio: Fabián Llanos, el vendedor de pollo al que ya habían intentado asesinar.
Esta vez, los sicarios no fallaron.
Dos hombres entraron a la tienda donde él estaba, caminaron directo hacia su mesa y dispararon sin pedir nada. No robaron, no hablaron, no dejaron dudas: iban por él.
Los vecinos lo cargaron hasta un vehículo y lo llevaron al puesto de salud, pero llegó sin signos vitales.
El antecedente del atentado anterior encendió nuevamente las alarmas en el barrio. Fabián había cerrado su negocio, había intentado recomponer su vida, pero la pregunta sigue rodando por las calles de Gaira: ¿qué problema arrastraba que ameritó dos ataques?

Un trabajador de Atesa cayó mientras compartía una cerveza
Horas después, el turno fue para José Antonio Matute García, empleado de Atesa en la zona del Aeropuerto. Estaba sentado en la terraza de un estadero en Cristo Rey, conversando, relajado, sin imaginar que dos hombres armados caminaban directo hacia él.
No hubo discusión ni amenaza previa: se acercaron desde la calle y le dispararon en repetidas ocasiones, dejándolo sin vida sobre el piso del establecimiento. El lugar, que minutos antes tenía música y risas, quedó en silencio. Clientes tirados en el suelo, otros corriendo, vecinos asomados desde las ventanas. La Policía acordonó la zona y los peritos levantaron el cuerpo en medio de la indignación de la comunidad, que todavía no entiende por qué lo mataron.

Cerca del estadio Sierra Nevada ejecutaron a ‘Yogui’
La última escena violenta fue en la mañana del domingo. En los alrededores del estadio Sierra Nevada, hombres armados bajaron de un vehículo a Salim Castrillón, alias Yogui, residente de San Pablo y señalado por las autoridades como presunto integrante de Los Pachenca.
Lo obligaron a descender, le dispararon varias veces y se marcharon. Lo dejaron muerto en plena vía, como una ejecución.
Para la Policía, su historial delictivo y sus vínculos con estructuras criminales podrían explicar el ataque. Para la comunidad, es una muestra del poder con el que estos grupos se están moviendo.

Una ciudad bajo presión
Cuatro muertos en menos de 24 horas. Cuatro escenas distintas. Cuatro barrios que hoy comparten el mismo temor.
Aunque las autoridades manejan las líneas de investigación por separado, en los pasillos policiales se repite la misma hipótesis: la guerra entre grupos armados habría vuelto a reactivarse, y con ella, los ajustes de cuentas y disputas por control del microtráfico.
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En Santa Marta, la sensación es clara: los sicarios reaparecieron. Y este fin de semana dejaron claro que no tienen intención de bajar el ritmo.
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