
Corpamag e Invemar estudian acciones para reducir contaminación en la Bahía de Santa Marta
En el cierre del taller técnico, expertos alertaron sobre la afectación que sufre la bahía por múltiples factores como rebosamientos y contaminación que hoy afectan ecosistemas, salud pública y economía local.
La Bahía de Santa Marta viene sufriendo por múltiples factores externos. En el último taller técnico del Convenio 113 entre Corpamag e Invemar, las instituciones que por años han estudiado su deterioro fueron contundentes: la contaminación al ecosistema debe frenarse con urgencia.
En el salón de Corpamag, donde se llevó a cabo la jornada final de identificación de amenazas e impacto, no hubo espacio para discursos complacientes. Lo que se presentó fue un diagnóstico crudo: descargas del río Manzanares cargadas de residuos, vertimientos directos al mar, rebosamientos constantes de manjoles, derrames de contaminantes asociados a la actividad portuaria y una presión turística que el ecosistema ya no soporta al ritmo actual.
“Estos impactos no son aislados. Santa Marta está viendo afectada su bahía desde varios frentes y eso aumenta la vulnerabilidad ambiental”, explicó Brenda Mejía, investigadora de Invemar, mientras señalaba mapas que mostraban zonas degradadas y puntos críticos donde la calidad del agua ha disminuido de forma alarmante.
Los efectos ya se sienten en todos los niveles: corales debilitados, pérdida de pastos marinos, erosión de playas, riesgos sanitarios para la población y consecuencias socioeconómicas para pescadores y operadores turísticos. La postal turística que vende Santa Marta al mundo hoy está sostenida por un ecosistema que opera en modo resistencia.
Por eso, el eje central del taller fue concretar medidas de manejo que permitan frenar —o al menos contener— la crisis.
Jorge Torregrosa, de la Subdirección de Gestión Ambiental de Corpamag, lo resumió con claridad: “El propósito de este espacio es priorizar acciones que respondan a las amenazas identificadas”.
Entre esas acciones, las más urgentes quedaron sobre la mesa:
- La actualización del sistema de alcantarillado sanitario, cuya obsolescencia es uno de los principales detonantes de rebosamientos y fugas al mar.
- La construcción de sistemas de tratamiento de aguas residuales antes de su descarga, un paso que Santa Marta lleva años aplazando.
- La implementación de drenajes pluviales en sectores críticos donde cada lluvia termina convertida en un episodio de contaminación.
La participación institucional fue amplia, desde entidades distritales, la autoridad ambiental urbana, empresas de servicios públicos, la academia y la Armada Nacional. Todos coincidieron en que la bahía necesita intervenciones estructurales y no paliativos.

Pero también quedó claro que estas medidas no dependerán solo de la ciencia. Su ejecución exige presupuesto, voluntad política, articulación real entre las entidades responsables y una vigilancia estricta para evitar que los compromisos terminen archivados, como ha pasado con recomendaciones de años anteriores.
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Con este taller se cierra la fase de formulación participativa de medidas. Afuera, la bahía seguía luciendo tranquila, como si nada pasara. Adentro, en las carpetas y pantallas del taller, quedaba registrada una verdad ineludible: si Santa Marta no actúa ya, la bahía más icónica del Caribe colombiano puede enfrentar un punto de no retorno.
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