
La fórmula caicedista que volvió a funcionar: razones del triunfo de Margarita Guerra en 23 municipios
La victoria arrasadora de Margarita Guerra Zúñiga —56,05% de los votos y triunfo en 23 municipios— reconfiguró por completo el mapa político del Magdalena. Mientras Rafael Noya solo ganó en 6 municipios y Santa Marta, el poder territorial, las obras recientes y un discurso emocional que señalaba a su rival como traidor consolidaron el dominio del Caicedismo, pese a un abstencionismo histórico del 68,77%.
El Caicedismo volvió a demostrar que sabe ganar elecciones en el Magdalena. La victoria de Margarita Guerra no solo fue contundente: fue estratégica, quirúrgica y territorial. Mientras muchos anticipaban una pelea voto a voto, desde el primer boletín de la Registraduría quedó claro que Rafael Noya no tenía cómo alcanzarla. La distancia creció rápido y sin titubeos.
Aunque Guerra perdió en Santa Marta y Ciénaga, los dos centros urbanos más importantes, lo hizo por márgenes tan estrechos que no le representaron mayor amenaza. La verdadera fuerza llegó donde pocos miraron: el Magdalena rural, donde sus números fueron aplastantes. Allí, municipio por municipio, la candidata de Fuerza Ciudadana arrasó.
“Traición” y “deslealtad”: el discurso que caló
Según analistas, la narrativa que impulsó el Caicedismo jugó un papel decisivo. En sus bases, se instaló la idea de que Noya había sido un “traidor” del proyecto y alguien “desleal” con el legado que dejó el grupo político durante más de una década.
Ese mensaje, repetido en plazas, redes y reuniones, encontró tierra fértil en un electorado que vota más por lealtades profundas que por tecnicismos.
Al contrario, la campaña de Noya no logró contrarrestar esa carga emocional. Su apuesta se quedó en alianzas con caciques, casas políticas y maquinarias que, aunque lo acompañaron, no lograron movilizar suficiente voto espontáneo ni en las zonas urbanas ni en las rurales.

Obras, inauguraciones y agradecimiento en las urnas
En el Magdalena rural, donde un parque, un puesto de salud o una vía pueden cambiar la rutina de un pueblo entero, las obras pesan. Y pesan mucho.
Durante los últimos años, buena parte de los municipios recibieron inversiones visibles y, en campaña, se reforzó ese mensaje: “si seguimos, avanzamos; si ellos ganan, retrocedemos”.
Pueblos que vivieron inauguraciones recientes —Plato, Pivijay, Fundación, El Banco, Santa Ana, Zona Bananera, entre otros— respondieron con votaciones masivas. Volvieron a premiar a Fuerza Ciudadana, como lo hicieron cuando Rafael Martínez fue gobernador antes de su salida ordenada por el Consejo de Estado.

El mapa político quedó pintado de naranja
Margarita Guerra ganó en 23 municipios, consolidando una hegemonía territorial casi total:
Algarrobo, Aracataca, Ariguaní, Chibolo, El Banco, El Piñón, El Retén, Fundación, Guamal, Pedraza, Pivijay, Plato, San Ángel, Salamina, San Sebastián, San Zenón, Santa Ana, Santa Bárbara de Pinto, Sitionuevo, Tenerife, Zapayán y Zona Bananera.
Mientras tanto, Noya solo triunfó en Santa Marta, Cerro de San Antonio, Ciénaga, Nueva Granada, Pijiño del Carmen, Puebloviejo y Remolino.
En palabras simples: Fuerza Ciudadana recuperó el control político del departamento casi por completo.

Santa Marta: perdió… pero también ganó
Aun perdiendo el Distrito, Guerra obtuvo más de 40 mil votos, sin maquinaria, sin estructuras y con un desgaste evidente del grupo político. Ese dato dejó una lectura clara dentro del Caicedismo: todavía conservan una base sólida que recuerda las obras ejecutadas en la ciudad durante sus gobiernos.
Fue una derrota que, internamente, se sintió como un espaldarazo.
El gran protagonista: el abstencionismo
De los 1.094.215 ciudadanos habilitados para votar, solo 341.782 lo hicieron.
La participación fue de 31,23%, dejando un abstencionismo histórico del 68,77%.
Con tan poca participación, la maquinaria emocional, territorial y simbólica del Caicedismo encontró el escenario perfecto para imponerse.

Noya: un proyecto que no terminó de conectar
Rafael Noya hizo un ejercicio político interesante, recorrió el departamento, convocó alianzas y se posicionó como una alternativa. Pero se confió.
Pensó que las maquinarias eran suficientes. No lo fueron.
Su propuesta no logró calar en las bases sociales ni generar entusiasmo real. Los respaldos partidistas no se tradujeron en votos en urna. Y cuando se dio cuenta, ya estaba muy lejos de una maquinaria política que aprendió a ganar hasta en los momentos más adversos.
Un mensaje claro para Carlos Caicedo
El triunfo de Margarita Guerra también fue un respiro político para Carlos Caicedo, líder del movimiento.
Demostraron que siguen siendo una fuerza vigente.
Demostraron que no han perdido en las urnas.
Demostraron que todavía les alcanza para pintar de naranja al Magdalena.
Pero también quedó claro que deben ajustar piezas, recuperar bases perdidas y reorganizar el proyecto. Porque, aunque ganaron, ya no tienen el músculo militante que tuvieron en sus mejores años.
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