La tragedia increíble que nadie puede entender: se cortó con una botella de licor que llevaba en el pantalón y murió


El joven de 20 años, murió por un accidente insólito: la botella de licor que llevaba guardada en la pretina estalló tras una caída en moto y un fragmento de vidrio le perforó la arteria aorta. Su familia aún no asimila lo ocurrido.

Yeison Julio Simanca Medina murió porque la botella de licor que llevaba escondida en la pretina del pantalón le explotó durante una caída en moto. Un fragmento le perforó la arteria aorta y la hemorragia lo mató en cuestión de minutos. Fue un accidente tan absurdo que en San Juan de Tocagua, en Luruaco, Atlántico nadie sabe cómo contarlo sin quedarse en tristeza.

La noche había empezado como una reunión familiar cualquiera. Yeison había bebido más de la cuenta y sus familiares, para evitar que manejara, le quitaron las llaves de su moto. Él se molestó, se levantó tambaleándose y tomó otra motocicleta, la de un primo. La encendió antes de que alguien pudiera detenerlo.

Además del licor, llevaba un saco de latas que pensaba vender más tarde.

Sus amigos lo siguieron al ver que perdía el equilibrio una y otra vez. La moto zigzagueaba, él intentaba corregir, y volvía a tambalearse. Hasta que cayó. Parecía una caída limpia. De hecho, se levantó de inmediato, tocándose la cintura y diciendo lo último que diría en vida:

Erda, me corté.

No era un corte. Era una hemorragia brutal. Un chorro de sangre salía de su cintura y pedazos de vidrio sobresalían de la zona donde llevaba la botella. El impacto la había hecho estallar dentro del pantalón.

Uno de los fragmentos atravesó piel, músculos y terminó rompiendo la arteria aorta, una lesión incompatible con la vida. Sus amigos intentaron cargarlo, sostenerlo, presionarle la herida, pero la sangre no paraba.

Mientras tanto, su padre, Wilmer, estaba trabajando en Cartagena cuando recibió la llamada que jamás imaginó.

—Mi esposa me avisó que mi hijo se había cortado —relató el papá.

Cuando llegó al sitio, ya era tarde.

Yeison había regresado a San Juan de Tocagua hacía apenas unos días. El 18 de noviembre empezaba un nuevo empleo. Tenía planes claros: ayudar a su mamá y construirle una casa de dos pisos. Un sueño que se apagó en segundos por un accidente tan improbable que parece mentira.

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En el pueblo siguen repitiendo la historia con incredulidad. Nadie entiende cómo una botella pudo matar a un joven con tantos planes por delante. Pero así pasó. Directo. Brutal. Y definitivo.


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