Los sicarios llegaron en moto, entraron a la fuerza y dispararon hasta dejarlos sin vida.

No hubo aviso, ni gritos, ni tiempo para correr. Los asesinos entraron directo a la sala y los acribillaron. Así murieron Andrés Coronel y Brayan Mejía, dos jóvenes que estaban dentro de una vivienda cuando fueron sorprendidos por sujetos armados.

Según testigos, los atacantes llegaron en una motocicleta, forzaron la entrada y dispararon en repetidas ocasiones antes de huir a toda velocidad. Las detonaciones estremecieron el barrio, donde los vecinos apenas alcanzaron a escuchar y ver los sicarios huir.

Coronel y Mejía eran conocidos en la zona: uno se dedicaba al tatuaje, el otro al mototaxismo. De acuerdo con las primeras versiones de la Policía Metropolitana de Santa Marta, uno de ellos había salido recientemente de prisión, por lo que el ataque podría estar relacionado con un ajuste de cuentas.

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La escena fue acordonada por unidades de criminalística mientras se recogían casquillos y se verificaban cámaras de seguridad para identificar a los responsables.

El doble asesinato vuelve a dejar en evidencia el control que ejercen estructuras armadas sobre algunos barrios de la ciudad, donde las muertes a bala se repiten con el mismo patrón: sicarios en moto, tiros precisos y fuga inmediata.

“El barrio quedó paralizado”, contó un habitante. “No fue robo, fue una ejecución”.