Un cortocircuito redujo a cenizas todo lo que había en una vivienda en el barrio Santana, pero entre los restos apareció una escena que conmovió a todos: tres biblias abiertas, sin una sola hoja quemada. Vecinos interpretan el hecho como una señal divina en medio de la tragedia.

La tarde del domingo el barrio Santana, en Santa Marta, se llenó de caos con los gritos a raíz de un fuego que se generó y propagó dentro de una vivienda. El incendio, provocado al parecer por un cortocircuito, devoró una vivienda en cuestión de minutos. En medio del caos, una familia lo perdió todo: muebles, partes de los electrodomésticos, recuerdos… todo reducido a cenizas.

“Escuchamos unos gritos, y cuando salimos, el fuego ya estaba por todas partes”, contó una vecina que fue de las primeras en reaccionar. Los habitantes del sector, armados con baldes y mangueras, se enfrentaron a las llamas mientras esperaban la llegada de los bomberos.

El humo salía y el calor se sentía a en los alrededores. La solidaridad, sin embargo, también ardía. En pocos minutos, una cadena humana se formó para impedir que las llamas alcanzaran las casas contiguas y salvar lo mayor posible. Fue una lucha cuerpo a cuerpo contra el fuego que duró más de una hora.

Cuando por fin las sirenas se apagaron y los bomberos dieron por controlada la emergencia, el panorama era desolador: paredes negras, techos colapsados y un olor penetrante a ceniza. Pero entre los restos calcinados, una imagen dejó a todos inmóviles.

Allí, sobre una mesa de madera chamuscada, tres biblias permanecían abiertas e intactas. Ninguna hoja quemada. Ningún borde ennegrecido. Solo una fina capa de polvo gris que no alcanzó a borrar las letras.

“Fue como si el fuego las hubiera respetado”, dijo uno de los testigos. Otro, con los ojos aún húmedos, murmuró: “Dios quiso mostrarnos que la fe no se quema”.
La noticia se supo en todo el barrio.

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Vecinos y curiosos llegaron para ver lo que muchos llamaron “un milagro”. Algunos tomaron fotos, otros rezaron. Nadie podía explicar cómo el fuego, que arrasó hasta el último rincón de la vivienda, dejó intactas las escrituras sagradas.

Los propietarios del inmueble, aún en shock, se aferran a ese hallazgo como símbolo de esperanza. “Perdimos todo, pero esas biblias quedaron ahí, abiertas, como si nos dijeran que no estamos solos.

Eso nos da fuerza para empezar de nuevo”, expresó uno de ellos mientras observaba los restos humeantes.

La familia ahora se refugia en casa de unos parientes, mientras las autoridades adelantan la investigación para establecer las causas exactas del siniestro.