La derrota 0-1 ante Once Caldas en el estadio Palogrande selló el regreso del Unión Magdalena a la B. El equipo samario, sin jerarquía ni resultados, pagó los errores de una mala dirigencia y un proceso técnico fallido.

El estadio Palogrande fue el escenario de una noche amarga para el Unión Magdalena. Una vez más, el equipo del pueblo samario cayó y esta vez la caída fue definitiva. La derrota 0-1 ante Once Caldas sentenció su regreso a la segunda división, cuando aún quedan varias fechas por disputar.

Era un secreto a voces. El descenso se veía venir desde hace semanas. Ni los cambios de técnico, ni los discursos de esperanza alcanzaron para revertir el desastre. Bajo la dirección de Alexis García, el equipo no logró ganar un solo partido. Lo que dejó fue un grupo desmotivado, sin identidad y hundido en el fondo de la tabla.

Carlos Silva, el entrenador de la casa, llegó como un intento de rescate. Cambió el sistema, mejoró el rendimiento y logró que el equipo mostrara algo de orgullo en la cancha. Pero ya era tarde. El margen de error era inexistente y con el nivel irregular del plantel, las posibilidades de salvarse eran casi nulas.

A excepción de Ricardo ‘El Caballo’ Márquez y Fabián Cantillo, el resto del grupo se rajó. La falta de liderazgo, compromiso y jerarquía pesó más que cualquier esfuerzo individual.

En Santa Marta, la noticia cayó como un golpe seco. Dolor, rabia y resignación es lo que se respira entre los hinchas. Muchos culpan directamente a Eduardo Dávila, máximo accionista del club, por no cumplir su palabra de armar un equipo capaz de sostener la categoría. Una historia que se repite y que cada vez deja más heridas abiertas.

El Unión Magdalena vuelve a la B, esta vez con la sensación de que el descenso no fue una sorpresa, sino una consecuencia. Una ciudad entera vuelve a sufrir por su equipo, mientras el Palogrande queda como el lugar donde se escribió otro capítulo triste del fútbol samario.