Murió esperando atención: la historia de la bebé que fue llevada a clínicas por un vómito y salió sin vida


Tenía solo ocho meses. Su familia la llevó de urgencias a tres centros médicos en Barranquilla, pero nunca recibió la atención oportuna. Horas después, la pequeña murió. Sus padres piden justicia y que su caso no quede en el olvido.

En la casa de una calle polvorienta del barrio Ciudad Modesto, en Barranquilla, el silencio duele. Entre sillas vacías y un coche rosado arrimado a una pared, una familia llora la muerte de la bebé que llenaba el hogar de risas. Tenía apenas ocho meses de vida.

Todo comenzó con lo que parecía un simple malestar. La pequeña vomitó una vez y sus padres, asustados, la llevaron de inmediato a la Clínica El Bosque, esperando una respuesta rápida. Allí, según la familia, la revisaron, le hicieron algunos exámenes y aseguraron que no era grave.

“Nos dijeron que era algo viral, que le diéramos suero y una medicina. No alcanzamos ni a comprarlas”, contó Martha Torres, la abuela, con los ojos hinchados por el llanto.

Horas después, la bebé seguía mal. Su cuerpo se enfriaba, y su respiración se hacía cada vez más débil. Los padres, en medio de la desesperación, fueron hasta la Clínica Adelita de Char, pero allí —según relataron— les cerraron las puertas:

“Nos dijeron que solo atendían a embarazadas”, recordó la madre, Mayerlis, con la voz entrecortada.

Sin saber qué más hacer, tomaron un taxi y se dirigieron al Hospital de Barranquilla. Era ya tarde y la niña apenas reaccionaba. “Ella todavía me miraba, todavía sonreía…”, susurró la abuela.

En el hospital, cuenta la madre, le dijeron que la niña estaba deshidratada. Le colocaron suero y acetaminofén, pero su estado empeoró.

“Yo veía que se ponía fría, vomitaba verde, y la doctora me decía que estaba bien. Le pedí que la revisara otra vez y me respondió que tuviera paciencia”, relató Mayerlis, aferrando la ropa que su hija usó el último día.

Minutos después, la bebé dejó de moverse. Murió en brazos de su madre, sin que nadie pudiera hacer nada.

“Mi nieta murió esperando ayuda. Que su historia sirva para que ningún otro niño pase por lo mismo”, pidió Martha entre lágrimas.

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En medio del dolor, el coche rosado sigue ahí, vacío, como una evidencia de lo que no debió pasar: una vida que se apagó esperando atención médica a tiempo.


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