Teniente de la policía metropolitana abandonó su turno y apareció horas después vestido de civil y borracho


El hecho encendió las alarmas en la institución y lo tiene ahora enfrentando un proceso judicial.

Hay días en los que el estrés aprieta tanto que cualquiera sueña con dejar el trabajo tirado y desaparecer unas horas. Pero una cosa es pensarlo, y otra muy distinta hacerlo… siendo teniente de la Policía en turno de servicio mucho peor.

El pasado domingo 5 de octubre, Jair Arley Mora —oficial oriundo del Putumayo y encargado de supervisar la operatividad policial en la capital del Magdalena— decidió, literalmente, tomarse un descanso. El problema es que se lo tomó con trago y en pleno servicio.

El silencio que preocupó al comando
El teniente debía coordinar el control operativo de la institución, pero en algún punto de la jornada simplemente se esfumó. No contestó llamadas, no emitió reportes, y dejó a sus superiores preocupados pensando lo peor.

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En el comando se temía un atentado, un secuestro, cualquier cosa menos lo que realmente estaba pasando. La búsqueda se extendió por horas hasta que, ya entrada la noche, una mayor logró dar con su paradero.

El hallazgo

Allí estaba: vestido de civil, con su pistola y su radio institucional a un lado, pero con el espíritu claramente animado por los efectos del alcohol. Según quienes estuvieron presentes, el oficial no opuso resistencia… aunque su aliento decía lo contrario.

El hallazgo dejó a todos con cara de incredulidad. En una institución donde el lema es “Dios y Patria”, el teniente parecía haber optado por “Salud y botella”.

De mando a sindicado

La fiesta, como era de esperarse, le salió cara. El teniente fue presentado ante la Justicia Penal Militar por presunto abandono del puesto, y además enfrenta una investigación disciplinaria interna para determinar las sanciones correspondientes.

En los pasillos del comando aún se comenta el episodio con una mezcla de asombro y chanza. Algunos dicen que fue “el operativo más etílico del año”; otros, que el hombre solo quiso comprobar si el radio servía también para poner música.
Hoy el oficial se enfrenta a la cruda realidad de los reglamentos: en la Policía no hay permiso para bajarle la caña al estrés con aguardiente. Su historia quedará como anécdota dentro de la institución, y como advertencia para quienes piensen en “tomarse un descanso” demasiado literal.

Porque sí, todos hemos querido desconectarnos del trabajo alguna vez. Pero pocos, muy pocos, se han ido de parranda en medio del servicio… y menos aún, con el radio policial en la mesa.


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