
Su ex pareja la amenazó, ella denunció, no la protegieron y la mataron afuera de su apartamento
Ocho días después de avisar, fue atacada a tiros por su expareja, un delincuente barranquillero que la había amenazado de muerte por dejarlo.
A Kelly Jhoana De Arcos Hurtado no la escucharon. Nadie la protegió.
Desde hacía semanas, su vida se había convertido en una carrera contra el miedo. Había decidido dejar a su pareja, Eduar Alfonso Castro Daza, alias Máquina, un hombre violento, obsesivo y con historial criminal que juró matarla si no volvía con él.
“Él le decía que la iba a destruir, que si no era para él, no era para nadie”, recuerda su tía, Yudibel Pérez, con rabia contenida.
Kelly tenía 34 años, era madre de una niña y trabajaba para salir adelante. Pero el hombre con el que compartió su vida durante meses se convirtió en su verdugo.
La señal ignorada
Solo una semana antes del crimen, ‘Máquina’ también conocido como ‘El Negro’ irrumpió en el apartamento donde Kelly vivía, en el conjunto Metrocentro, barrio La Ciudadela 20 de Julio, en Barranquilla. Destruyó todo a su paso: el televisor, la cama, los abanicos, la ropa. Le quitó el celular y desde allí escribió a sus contactos, advirtiendo que “se alejaran” de ella.
Kelly alcanzó a denunciar lo ocurrido. Su hija afirma que llamó a la Policía y relató las agresiones. Pero nadie llegó. Nadie la protegió. “Ella hizo lo que le tocaba hacer. Denunció. Pero no hubo seguimiento, no hubo protección. Solo silencio”, dice su hija.
En su familia recuerdan que, tras dejarlo, Kelly intentaba rehacer su vida. “Tía, siento que volví a vivir”, le dijo días antes de ser asesinada. Esa frase, hoy, duele más que nunca.
El crimen anunciado
La madrugada del lunes 6 de octubre, el silencio del conjunto residencial se rompió con varios disparos. Eran las 12:25 de la madrugada cuando los vecinos escucharon los tiros y salieron a mirar. Frente a la portería, el cuerpo de Kelly quedó tendido sin vida.

Había llegado de compartir con amistades y apenas se bajaba del carro cuando ‘Maquina’ apareció. La esperó en la entrada, la interceptó y le disparó varias veces antes de huir.
Horas después, se presentó en la estación de Policía El Bosque con el arma del crimen en la mano. Se entregó, aceptó haberla matado y fue capturado por porte ilegal de armas y vinculado a una investigación por feminicidio.
El hombre que decía “mandar”
Eduar Alfonso Castro Daza, conocido como El Negro o Máquina, era un delincuente vinculado al grupo Los Costeños, una organización criminal dedicada a extorsiones y homicidios en la Costa Caribe.
Usaba ese supuesto poder para intimidar a Kelly. “Decía que nadie podía tocarlo, que mandaba en la zona”, narró su tía.
Los celos enfermizos y la violencia marcaron la relación. Ella lo había perdonado varias veces, tratando de darle una oportunidad, pero el miedo crecía. “No podía ni hablar por teléfono sin que él la revisara”, cuentan allegados. Cuando finalmente lo dejó, él desató su furia.
“Ella trató de rehacer su vida, pero él no lo aceptó. La vigilaba, la seguía, la amenazaba. Era un infierno”, lamenta una amiga cercana.
Una niña sin su madre, una familia sin respuestas
Hoy, la hija de Kelly pregunta por qué su mamá no fue protegida, si ya había denunciado. Su familia también lo exige. “Esto no fue un crimen pasional, fue un feminicidio anunciado”, dice su tía con la voz quebrada.
La historia de Kelly se suma a la larga lista de mujeres asesinadas por sus exparejas en Colombia, pese a haber pedido ayuda. Su caso refleja un patrón de indiferencia institucional, donde las alertas no bastan y las denuncias quedan archivadas.
“Nos queda una niña sin su mamá y una familia destrozada”, concluye su tía. “Kelly pidió ayuda. Y nadie la escuchó.”
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