Brutal homicidio en Fundación: estaba desaparecido y lo encontraron torturado, arrastrado y baleado


La víctima salió de su casa y nunca regresó. Su cadáver, con signos de tortura, fue hallado a un costado de la carretera en Caraballo, zona golpeada por la disputa de grupos armados.

Luis Alberto Charriz De la Hoz, conocido en Pivijay como “El Mono Polvorín”, salió de su casa sin dejar rastro. Su familia lo buscó con la esperanza de encontrarlo con vida, pero la noticia que llegó al amanecer del domingo destrozó cualquier ilusión: su cuerpo estaba tirado en una trocha que conecta a Fundación con Pivijay, a la altura de la entrada al corregimiento de Caraballo.

La escena estremeció a los primeros transeúntes que pasaban por el lugar. El cadáver yacía sobre el barro, con el rostro desfigurado por múltiples hematomas, un brazo torcido en una posición antinatural y el cuerpo cubierto de lodo. Todo indicaba que antes de morir había sido sometido a una brutal sesión de tortura.

Fuentes investigativas aseguran que la forma en que fue hallado es un sello que deja la guerra silenciosa que libran los grupos armados en esa región del Magdalena. Prácticas violentas que incluyen golpes, tormentos y disparos a sangre fría para arrancar información o enviar mensajes a sus enemigos.

Según la reconstrucción de las autoridades, después de recibir múltiples heridas, Charriz fue baleado y dejado en agonía. Las huellas en el terreno indican que intentó arrastrarse en busca de auxilio, pero no encontró a nadie. La zona, desolada y sin viviendas cercanas, se convirtió en su silencioso campo de muerte.

Solo con los primeros rayos del sol, campesinos y viajeros descubrieron la magnitud de la barbarie. El rumor se regó rápido en Pivijay: el hombre hallado muerto en la vía era “El Mono Polvorín”.

Agentes de la Sijín de Fundación llegaron hasta el kilómetro 6 para realizar el levantamiento del cadáver y recolectar evidencias que permitan esclarecer los móviles del crimen. De momento, se baraja la hipótesis de que fue víctima de la disputa entre bandas ilegales que operan en la región y que han vuelto a teñir de sangre las carreteras del Magdalena.

Mientras tanto, en su pueblo natal, su familia llora la manera en que terminó la vida de Luis Alberto. No fue la desaparición lo que más los marcó, sino la forma en que lo encontraron: destrozado por la violencia y convertido en otra de las tantas víctimas de un conflicto que parece no tener fin.


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