
El Brujo, el samario que jugó con Dios y el diablo y terminó ejecutado por sicarios en Mompox
El hombre se movía entre santos y velas, pero también entre extorsiones y grupos criminales. Esa vida de doble lealtad lo llevó de Santa Marta a Mompox, donde este fin de semana lo mataron a tiros.
En Santa Marta muchos lo conocían por sus prácticas esotéricas. Era el hombre al que acudían algunos en busca de suerte, protección o amarre. Con santos, rezos y velas, Enrique Ariza Abril —alias “El Brujo”— se ganó fama en los barrios. Pero detrás de esa fachada religiosa, señalan fuentes de investigación, también servía a la delincuencia: cobraba extorsiones para Los Pachencas.
“Quiso estar con Dios y con el diablo”, dicen en voz baja algunos que lo conocieron. Y esa ambivalencia terminó costándole la vida.
De los altares a las calles
Mientras en la superficie aparecía como un hombre dedicado a la brujería, su otro rol lo mantenía en la mira. En Santa Marta era una ficha útil para la estructura armada que domina buena parte de la criminalidad en la región. Pero de un día para otro se fue.
Se trasladó a Mompox, Bolívar, supuestamente huyendo de problemas personales. Sin embargo, allí las autoridades lo ubicaron en nuevos negocios oscuros: vinculado al Clan del Golfo, cobrando extorsiones y coordinando ciertas rutas. Ese cambio de bando, en el mundo del crimen, es visto como una traición.
La sentencia
El pasado fin de semana, esa traición habría sido cobrada. En su vivienda improvisada, ubicada detrás del mercado municipal de Mompox, “El Brujo” vivía solo y sin aparentes comodidades. Vecinos lo describen como un escondite más que como un hogar.
Hasta ese lugar llegaron dos hombres en moto. Uno de ellos entró armado y, sin mediar palabra, descargó varias balas a quemarropa. Los residentes escucharon las detonaciones, se escondieron por miedo, y cuando todo pasó hallaron el cuerpo sin vida de Enrique Ariza Abril, tendido en el suelo. Tenía 53 años.
Antecedentes y sospechas
La Policía informó que “El Brujo” tenía una anotación judicial por lesiones personales. Ese antecedente, sumado a sus pasos por estructuras armadas, alimenta la línea de investigación que busca establecer si su muerte fue ordenada por Los Pachencas, por el Clan del Golfo, o por cuentas personales que arrastraba desde Santa Marta.
Lo cierto es que su vida se movió en los dos extremos: la fe popular de los altares y las prácticas criminales de las calles. Esa mezcla terminó llevándolo al peor de los destinos.
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