Carlos luchó 22 días luego de dormirse manejando su moto, pero murió esperando una UCI


Tras permanecer más de tres semanas internado luego de sufrir un accidente de tránsito, el hombre de 34 años, falleció este martes en la clínica Cehoca de Santa Marta. Su familia asegura que su muerte estuvo marcada por la falta de atención oportuna y un traslado a UCI que nunca llegó.

Carlos no quería irse. Luchó como pudo contra las secuelas del violento accidente que sufrió el pasado 3 de agosto, cuando perdió el control de su motocicleta, al parecer por un microsueño, y se estrelló de frente en el sector del mercado público de Santa Marta.

Desde ese momento empezó una batalla contra la muerte que se prolongó durante 22 días. Su familia, con la esperanza intacta, confiaba en que lograría salir adelante pese a las múltiples fracturas y la hemorragia interna que comprometían su vida.

En los primeros días, Carlos mostró señales de fortaleza. Sus allegados aseguran que se aferraba con todas sus fuerzas al deseo de regresar a su casa, a su barrio Los Almendros y, sobre todo, al lado de su pequeño hijo. Pero la esperanza pronto se transformó en impotencia: la atención que necesitaba nunca se garantizó, dicen sus familiares.

“Él lo dio todo, pero los médicos no”, dice con rabia uno de sus familiares, convencido de que Carlos pudo haber tenido otra oportunidad si hubiese contado con un cupo en la Unidad de Cuidados Intensivos que, pese a las solicitudes, jamás le fue asignado en la clínica Cehoca.

La denuncia de la familia se basa en la misma angustia que vivieron durante más de tres semanas: lo vieron deteriorarse día tras día, esperando una cirugía y un traslado que nunca se materializaron. “Lo dejaron morir”, insisten.

El martes el corazón de Carlos no resistió más. Un paro cardiorrespiratorio apagó la lucha que había sostenido desde aquel amanecer en el que el accidente truncó su vida.

Hoy, el dolor es evidente en Los Almendros. Los vecinos lo recuerdan como un hombre trabajador, dedicado a su hijo y siempre dispuesto a tender la mano. En medio del luto, su familia reclama respuestas y se aferra a la memoria de quien califican como un padre excepcional.

La única certeza que queda es la de una ausencia irreparable: un niño que crecerá sin el abrazo de su papá y una familia que, además de la pérdida, carga con la convicción de que el sistema de salud le falló a Carlos.


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