A joven de 16 años lo mataron por “sapo”: cruda nota en su bolsillo reveló el macabro motivo


Estudiaba octavo grado, jugaba fútbol y soñaba con ser profesional. No fumaba, no bebía, no consumía drogas. Era un joven “bueno y juicioso”, como lo describe su madre, que hoy lo llora desconsolada. Su único “pecado” habría sido decir lo que sabía: quién era el asesino de una persona. Esa verdad le costó la vida.

Harold Aroca García desapareció el 6 de agosto en el barrio Los Laches, en el centro de Bogotá. La última vez que lo vieron estaba en unas canchas de microfútbol, con su chaqueta y su uniforme deportivo. 

Horas después, según el relato de su madre, fue interceptado, subido a la fuerza a un carro y torturado. Cuatro días más tarde, su cuerpo fue hallado en una zona boscosa del mismo sector. Presentaba signos de violencia extrema, como si lo hubieran hecho sufrir a propósito, como si quisieran enviar un mensaje.

Ese mensaje apareció en uno de sus bolsillos: un papel arrugado con una frase corta y cruel. “Jajaja. Eso le pasa por sapo”.

La hipótesis que más pesa para su familia es que esa advertencia se originó en una conversación escolar. Dicen que Harold comentó en su colegio que sabía quién había cometido un homicidio. La información habría salido del aula y llegado a oídos de los criminales. Para las autoridades, sin embargo, no se descarta que estructuras dedicadas al microtráfico lo hubieran instrumentalizado y que su muerte fuera parte de una retaliación.

Lo que se sabe del caso

El caso tiene varios elementos inquietantes. Durante los días en que estuvo desaparecido, desde el celular de Harold salieron mensajes y hasta una llamada a su familia, en la que un hombre desconocido aseguró que el joven “tuvo un problema” y se lo habían llevado. Incluso, un comentario en redes sociales guió a la madre al sitio exacto donde encontraría el cuerpo.

La investigación está a cargo de una burbuja especial de la Fiscalía y la Policía. Sin embargo, la madre denuncia demoras, desconfianza hacia algunos uniformados de la zona y teme que el crimen de su hijo quede en la impunidad.

Hoy, el dolor de esta familia es tan grande como las preguntas sin respuesta. Harold murió de forma lenta y dolorosa, castigado por hablar. En su bolsillo, la nota que dejó su asesino es la prueba de que en algunos lugares de Bogotá decir la verdad es una sentencia de muerte.


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