Fue asesinado a tiros en una presunta limpieza social. El hombre, señalado por múltiples robos en el Magdalena, nunca abandonó el delito

Rubén Darío Aragón Vargas tenía 32 años y un largo prontuario delincuencial. En el bajo mundo lo conocían como ‘Rubencho’, y en los registros judiciales figuraba como reincidente en robo de motocicletas, atracos callejeros y otros delitos cometidos en Santa Marta, Ciénaga, Fundación y municipios de la Zona Bananera.

Lo capturaron en 2018, pero quedó en libertad ese mismo año. Desde entonces, según las autoridades, no dejó de delinquir. Volvió a las calles, a las trochas, a los barrios, a operar con cómplices como si nada. Su nombre seguía sonando cada vez que una víctima denunciaba un hurto violento.

En las últimas horas, su historial llegó a su fin de la forma más brutal: con varios disparos en la cabeza. El cuerpo fue hallado en una trocha rural de la vereda Macondo, corregimiento de Guacamayal, municipio Zona Bananera. Estaba tirado boca abajo, sin documentos, y la moto en la que se movilizaba —presuntamente también robada— había desaparecido.

Las primeras hipótesis apuntan a una limpieza social. No hay capturados, no hay testigos. Solo el rastro de una ejecución silenciosa en una tierra donde la ley llega tarde y la justicia, muchas veces, la impone la violencia.

Rubén Darío no cambió. Murió en su ley. Y aunque los tribunales nunca lograron condenarlo, su final fue más severo: pagó con la vida.