Luchó contra el cáncer y murió acompañada del amor que no la dejó sola


En Nueva Colonia, el dolor por la muerte de Karla López se mezcla con la admiración por Akilitho Mosquera, su esposo, quien la acompañó con entrega total hasta el último suspiro. Fue su cuidador, su sostén y su consuelo en la batalla más dura: un cáncer terminal que no logró borrar la dignidad ni el amor.

Karla López sabía que el final estaba cerca, pero no lo enfrentó sola. A su lado, día y noche, estuvo Akilitho Mosquera, su esposo, su escudo y su fuerza cuando el cuerpo ya no daba más. La enfermedad le arrebató la salud, el estómago y las fuerzas, pero no pudo con el vínculo que los unía.

Desde que llegó el diagnóstico, Akilitho no se apartó. Fue él quien la llevó a cada cita médica, quien la alzó cuando sus piernas fallaban, quien la cuidó cuando el dolor era insoportable. No hubo un día —ni una noche— en que ella se sintiera sola. Su lucha fue también la de él.

Karla lo reconocía con palabras simples pero profundas. “Mi esposo que me ha acompañado en cada proceso”, escribió alguna vez en sus redes. Una frase que hoy resuena con más fuerza que nunca, porque no solo acompañóestuvo. Siempre. Hasta el final.

La enfermedad avanzó con rapidez. El cuerpo de Karla se fue apagando, pero su espíritu —sostenido por la entrega de Akilitho— resistió más de lo que los médicos esperaban. Él no la dejó un solo minuto. La alimentó, la bañó, la sostuvo, la abrazó. Lloró con ella y por ella. Y cuando llegó el momento de despedirse, no se quebró: simplemente la abrazó más fuerte.

En Nueva Colonia, comunidad que la vio crecer y la quiso como a una hija, el duelo no es solo por su partida. Es también por el acto de amor que la acompañó hasta el último aliento. Karla murió con cáncer, sí, pero murió en los brazos de quien la amó sin condiciones.

“Ese hombre no se despegó ni un segundo”, dicen los vecinos. Y tienen razón. En tiempos donde muchos abandonan, Akilitho eligió quedarse. Eligió no soltarse de esa mano delgada, frágil, enferma… hasta que ya no pudo sostenerla más.

Hoy, el cuerpo de Karla ya no está, pero la historia que tejió junto a Akilitho queda como ejemplo. Porque en medio de una despedida desgarradora, él encarnó lo que muy pocos logran: amar hasta el final.


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