La mujer fue apuñalada frente a sus hijos en su propia casa. Aunque el desenlace pudo ser fatal, Karen logró sobrevivir y ahora alza la voz para advertir a otras mujeres: no se puede perdonar la violencia.

Karen Smith volvió a nacer. No es una frase hecha: es una realidad que carga con cada punto de sutura en su cuerpo. A sus 30 años, esta madre samaria se aferra a la vida después de haber sido brutalmente atacada con un cuchillo por su compañero sentimental, el mismo con quien compartió más de una década y a quien perdonó más veces de las que debió.

La escena ocurrió en su vivienda del barrio Nueva Colombia, en Santa Marta. Dentro de la casa estaban sus dos hijos, menores de edad, quienes no solo presenciaron el ataque, sino que con sus gritos desesperados alertaron a los vecinos. Fue esa reacción comunitaria la que evitó una tragedia irreversible.

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“Me dio 14 puñaladas… y mis hijos lo vieron todo”, dice Karen, aún conmocionada pero decidida a hablar. Su cuerpo, cubierto de heridas, apenas puede sostenerse, pero su voz ha tomado un propósito: convertir su historia en una advertencia para todas las mujeres que, como ella, han perdonado agresiones físicas y psicológicas.

“Yo también fui una de esas que creyó que podía cambiarlo. Me decía que me iba a matar y aun así lo perdonaba. No esperen a la segunda amenaza, váyanse a la primera”, insiste con el rostro marcado por el miedo y la esperanza.

El ataque ocurrió de forma repentina, mientras Karen se encontraba en su hogar. El agresor, su esposo, tomó un cuchillo y la acuchilló sin freno. El suelo se tiñó de rojo y sus hijos, impotentes, solo pudieron pedir auxilio. Los vecinos actuaron de inmediato: la sacaron de la casa y la trasladaron al hospital Julio Méndez Barreneche, donde fue atendida de urgencia. Contra todo pronóstico, sobrevivió.

La Fiscalía confirmó que el agresor fue capturado y que enfrenta cargos por intento de feminicidio. Mientras avanza el proceso judicial, Karen insiste en que se haga justicia: “Solo pido que lo dejen preso. Que no le haga daño a nadie más”.

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Desde una camilla, mientras se recupera de las 14 puñaladas, lanza un mensaje: “Dios me salvó. Estoy viva de milagro. Esta vez fue diferente, esta vez logré salir. Pero otras no lo cuentan.”