
“Esto es la muerte en vida”: el clamor de una madre por su hijo secuestrado
La mamá del niño Lyan Atehortua, secuestrado hace 16 días por un grupo armado en zona rural de Jamundí, rompió el silencio con un angustioso llamado al presidente Gustavo Petro y a los captores. El menor, de 11 años, sufre una delicada afección pulmonar que pone en riesgo su vida.
“Devuélvanme a mi hijo”. Con esa súplica, Angie Bonilla resume el dolor que arrastra desde el pasado 4 de mayo, cuando un grupo armado irrumpió en su vivienda y se llevó a Lyan Atehortua, su hijo de 11 años. Desde entonces, el silencio ha sido la única respuesta y la incertidumbre, una condena diaria.
Ya han transcurrido 16 días desde el secuestro y no hay rastro del menor. “Esto es la muerte en vida. Nadie hace nada y no sé cómo está mi pequeño hijo”, expresó la madre entre lágrimas La imagen de una mujer desgastada por el miedo y la impotencia ha conmovido al país.
A la angustia de la desaparición se suma un agravante: Lyan sufre una inflamación pulmonar que requiere atención médica constante. “No me imagino que algo le pase… no sé dónde está”, confesó Angie, visiblemente afectada. Su testimonio ha encendido las alarmas entre defensores de derechos humanos, quienes exigen una respuesta inmediata del Estado.
Sin confirmación oficial sobre los responsables, las autoridades presumen que detrás del secuestro estaría un grupo armado que opera en esa zona del suroccidente colombiano, donde la presencia de estructuras ilegales ha puesto en riesgo a comunidades enteras.
En medio de su desesperación, la madre lanzó un llamado directo al presidente Gustavo Petro: “Le pido que se ponga en mi lugar como padre. Pido misericordia, presidente, que me mire con ojos de amor y compasión. Yo solo pido que me devuelvan a mi hijo. El perdón ya está”.

El drama de la familia Hortúa Bonilla ha despertado la solidaridad de vecinos y organizaciones sociales, que piden al Gobierno una acción decidida para encontrar al niño. Mientras tanto, Angie dirige palabras de aliento a su hijo con la esperanza de que la escuche en algún lugar: “Hijo de mi alma, eres un niño valiente. Gracias por estar firme. Sé que lo vas a lograr”.
La vida de Lyan, un niño enfermo e indefenso, pende de un hilo. Y la de su madre, consumida por el dolor, clama por justicia y por un reencuentro que, con cada día que pasa, se vuelve más urgente.
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