“Me pagó por matarlo”: sicario confiesa que asesinó a exmilitar por orden de su esposa


La mujer que apareció en el lugar del crimen llorando, habría ordenado su asesinato para quedarse con una herencia de su marido.

Giovanny Viveros Valencia no alcanzó a reaccionar. Iba saliendo de una tienda del barrio Ciudad 2000, al sur de Cali, cuando un joven se le acercó por la espalda con la frialdad de quien lleva la muerte en el bolsillo. Un disparo, luego otro, y otro más. Cayó. El sicario se alejó unos pasos, pero al ver que su víctima aún se movía, regresó. Lo remató sin dudar. Y antes de huir, le quitó el arma que llevaba, cumpliendo con cada punto del encargo.

Las cámaras de seguridad lo captaron todo. La violencia. La precisión. La sangre. Pero lo más escalofriante llegaría después: el pistolero fue capturado y durante el interrogatorio, confesó lo impensable.

“Fue su mujer la que me pagó por matarlo”, dijo con la misma calma con la que disparó. No titubeó. No se escondió tras excusas. Aseguró que ella misma le indicó dónde estaría el exmilitar, le pidió que se llevara el arma, y le ofreció dinero a cambio de la vida de su esposo.

El testimonio sacudió a Cali. Porque Giovanny no era un hombre con enemigos conocidos. Era un soldado pensionado de 42 años, amable, querido en su entorno. Un tipo “buena gente”, decían sus vecinos. Pero tenía algo más: una pensión y, al parecer, una herencia reciente. Y con eso, según las autoridades, tenía también una sentencia de muerte escrita desde su propia casa.

Otra escena quedó grabada en los celulares de los testigos: la esposa de Giovanny llorando desconsolada cerca del cuerpo sin vida, cubierto por un charco de sangre. Al principio, fue vista como una mujer rota por el dolor. Ahora, tras la confesión del sicario, su llanto se percibe distinto: frío, ensayado, sospechoso. No se acercó al cuerpo. No lo tocó. Solo lloró desde lejos, como quien sabe que no necesita confirmar nada.

La Policía y la Fiscalía ya la investigan como la principal sospechosa de ser la autora intelectual del crimen. Recolectan pruebas, revisan llamadas, rastrean movimientos bancarios. La traición tiene un precio, y también una ruta.

El asesinato de Giovanny Viveros no fue producto del azar ni de la violencia urbana que tanto golpea a Cali. Fue planeado. Fue íntimo. Fue cruel. Fue, como pocas veces, la evidencia viva de que el enemigo puede dormir al otro lado de la cama.


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