Su familia y vecinos no entienden qué lo llevó a tomar esa decisión. Dicen que era alegre, inteligente y no mostraba señales de estar mal.

Omar Pérez tenía 16 años. Estaba en la universidad. Era alegre, carismático y no daba señales de estar mal. Sin embargo, este domingo, fue encontrado muerto con dos disparos y un arma en la mano, dentro de la casa donde vivía su padre y sus abuelos en el barrio Corea, en Santa Marta.

El arma era de su papá, un exmiembro de la Policía. La hipótesis principal es que fue un suicidio. Pero nadie entiende por qué. Ni su familia. Ni sus amigos. Ni los vecinos que lo V conocían.

Llegó desde Barranquilla. Todo parecía estar bien. No hubo peleas. No hubo cambios drásticos en su comportamiento. Estuvo tranquilo, según dicen quienes lo vieron ese fin de semana. Hasta que, en un descuido, tomó el arma. Dos disparos. Y la historia cambió para siempre.

Las autoridades aún no descartan otras posibilidades, pero todo apunta a que fue una decisión personal. Una que nadie vio venir. Una que dejó a su padre con más preguntas que respuestas. ¿Fallé como papá? ¿Pude evitarlo? ¿Qué se me pasó por alto? Son las preguntas que ahora lo persiguen.

En Corea, nadie entiende. Aún cuesta creer que los tiros que se escucharon esa mañana venían de esa casa, y que el protagonista era Omar, el joven al que todos describen como amable, estudioso, lleno de vida.

No hubo nota. No hubo despedida. Solo una decisión equivocada y sin retorno. Omar se fue sin decir por qué. Y eso es lo que más duele.