Después de luchar por su vida, el pintor no resistió las heridas causadas en el atentado que le hicieron cuando iba en su carro. 

Manuel Toloza luchó, pero no lo logró. Quiso aferrarse a la vida con las pocas fuerzas que le quedaban tras el atentado del que fue víctima el jueves en la tarde, cuando conducía su carro entre Bastidas y María Cristina. 

La muerte le dio margen para intentarlo, para pisar el acelerador con la esperanza de llegar a una clínica, pero el dolor y la pérdida de sangre lo vencieron antes de tiempo.

En su desesperación, se vio obligado a frenar y pedir ayuda. Un policía lo encontró en ese momento crítico y, sin perder tiempo, se subió a su carro y lo llevó a una clínica. Allí, los médicos hicieron su parte: lo estabilizaron y le dieron la oportunidad de aferrarse a seguir con vida. Parecía que sobreviviría, que el destino no lo sacaría del camino tan rápido. Pero la esperanza fue efímera.

Horas después, su cuerpo se cansó de luchar. El daño era irreversible. Manuel se convirtió en una nueva víctima de la violencia que azota a Santa Marta, otra historia de sangre que deja más preguntas que respuestas.

Un crimen sin explicación

Manuel Toloza se ganaba la vida pintando carros. No tenía un perfil que lo hiciera un blanco evidente de sicarios, pero alguien decidió que debía morir. ¿Un negocio fallido? ¿Un problema de dinero? Nadie lo sabe con certeza. Su familia y amigos tampoco encuentran razones claras.

Las autoridades ahora tienen en sus manos la tarea de desentrañar el misterio. Deberán rastrear los hilos invisibles que llevaron a ese ataque, entender si su muerte fue consecuencia de un ajuste de cuentas, de una amenaza previa o si, como ocurre tantas veces, simplemente terminó en la mira equivocada.