
Regresaba a casa, pero sicarios lo atacaron en el camino; murió luchando en una clínica
Apenas terminaba su jornada laboral cuando hombres en moto le dispararon en una trocha de la zona rural de Santa Marta.
Saudith Henrique Sierra Palencia no alcanzó a llegar a su casa. La tarde del 26 de marzo se convirtió en su última batalla, una lucha por la vida que perdió en el asfalto de una trocha solitaria en la vereda Matogiro, zona rural de Santa Marta.
Salía de su jornada laboral en una finca y, como todos los días, tomó su motocicleta para regresar a casa. Pero esta vez, el destino tenía un giro macabro esperándolo en el camino. Desde otra moto, sin previo aviso, un sicario descargó tres disparos que lo hicieron caer.
Saudith, herido de muerte, no se rindió. Se aferró a cada latido, esperando que alguien lo viera, que alguien llamara a la policía, que la muerte, por una vez, le diera tregua.
Cuando finalmente fue trasladado a la Clínica Mar Caribe, los médicos quedaron sorprendidos. Aún respiraba. Su cuerpo, debilitado por la pérdida de sangre, aún luchaba. Pero la herida era demasiado grande y la vida se le escapó sin remedio. Murió en la camilla, mientras en la sala de espera su familia recibía la noticia con un grito de dolor.
Saudith tenía 35 años y tres hijos que lo veían como su superhéroe, ese hombre que, a pesar de las dificultades, siempre encontraba una solución. Era oriundo de Sucre, pero había llegado a Santa Marta en busca de una oportunidad, de un futuro mejor. Aquí trabajó, aquí intentó construir un hogar y aquí, sin explicación, le arrebataron la vida.
Las preguntas quedaron flotando en el aire junto con el llanto inconsolable de sus seres queridos. ¿Por qué? ¿Quién querría matarlo? Para ellos, era un hombre trabajador y honrado, sin enemigos visibles, sin cuentas pendientes. Pero en la trocha, alguien decidió que su historia debía terminar.
La Policía y la SIJIN llegaron hasta la clínica para hacer el levantamiento del cuerpo, mientras en la morgue de Medicina Legal el frío reemplazaba el calor de un hombre que hasta ese día había sido un padre, un hijo, un amigo, un trabajador.
Saudith Henrique Sierra Palencia ya no está. Su moto quedó tirada en el suelo junto a su sangre, como un testigo mudo de su último viaje. Su familia quedó con un vacío imposible de llenar. Y en Santa Marta, una vez más, la violencia dejó una marca imborrable en la vida de quienes solo querían llegar a casa.
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