
Niña de 9 años fue secuestrada, torturada y arrojada al río
Mientras una familia pedía ayuda, la respuesta de las autoridades fue devastadora: “No podemos hacer nada porque estamos almorzando”. La comunidad clama justicia por la menor.
La última vez que vieron a Gabriela Leonela Santana Lucena, tenía una sonrisa en el rostro. Jugaba cerca de su casa en el sector El Triunfo, ajena al peligro que acechaba.
Era domingo 23 de marzo, y en el pequeño municipio de Cravo Norte de Arauca, la vida transcurría con la calma de siempre. Pero esa paz se rompió en pedazos cuando un hombre, en estado de alicoramiento, la arrebató de su infancia y de su hogar.
Su familia reaccionó de inmediato. Corrieron a la estación de policía con la angustia estrujándoles el pecho. Suplicaron ayuda. Pero la respuesta que recibieron fue tan fría como inhumana: «No podemos hacer nada porque estamos almorzando”.
Así, mientras un plato de comida era más importante que la vida de una niña, los minutos se volvieron horas, y las horas, una sentencia de muerte.
El martes 25 de marzo, el río Casanare devolvió el cuerpo de Gabriela Leonela. La corriente lo llevó hasta un punto a 15 minutos del casco urbano. Pero lo que más desgarró a su familia y a toda una comunidad no fue solo la certeza de su muerte, sino las señales de tortura que marcaron su piel. No fue un accidente. Fue un crimen atroz.
La noticia se esparció como un lamento colectivo. En las calles de Cravo Norte, la indignación se mezcló con la impotencia.
El alcalde, Nilson Norfaide Castillo, ofreció 10 millones de pesos por información sobre el secuestrador. Pero el gesto llegó tarde. Ya no había niña que rescatar. Solo quedaban el llanto de su madre, los abrazos vacíos de sus hermanos y una familia destrozada.
“Si hubieran actuado a tiempo, mi sobrina estaría con nosotros”, expresó un familiar, con la voz quebrada por la rabia y el dolor. “Pero no les importó. Nos cerraron la puerta en la cara mientras ellos seguían almorzando.”
Ahora, Cravo Norte es un pueblo en duelo. Las autoridades han prometido capturar al responsable. Pero la comunidad sabe que ninguna captura devolverá a Gabriela Leonela.
Su risa quedó atrapada en el tiempo, en el instante en que un río se convirtió en su tumba y en la vergüenza de un sistema que no la protegió.
En cada rincón de Cravo Norte, en cada hogar, en cada escuela, su nombre se repite como un eco de justicia: Gabriela Leonela, Gabriela Leonela… Que su historia no sea olvidada. Que su muerte no quede impune.
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