El agresor fue enviado a prisión tras propinarle una brutal golpiza a un hombre por una deuda pendiente. La víctima falleció semanas después debido a la gravedad de sus heridas.

Por años, Edwin Jharnet Mejía Ospina, conocido como ‘Bam Bam’, se movió entre las sombras del centro de Medellín, cobrando deudas con la frialdad de quien sabe que su método no admite excusas.

Su nombre resonaba entre comerciantes y deudores de pequeños préstamos informales, y su presencia era sinónimo de problemas. Pero nadie imaginó que una de sus cobranzas terminaría en homicidio.

La noche del 16 de enero, Óscar Enrique Taborda Bolívar caminaba con dificultad por una de las calles cercanas a un bar en el centro de la ciudad. Llevaba días esquivando a ‘Bam Bam’, pero el destino –o la mala fortuna– lo puso frente a su verdugo. No hubo advertencias ni negociaciones prolongadas: tras un intercambio de palabras, llegó el primer golpe, seco y preciso, directo al rostro. Taborda cayó de inmediato. Pero la furia de ‘Bam Bam’ no terminó ahí.

Una lluvia de patadas lo dejó tendido en el suelo, mientras los testigos, paralizados, veían cómo la deuda de un hombre se saldaba con su vida.

Los días siguientes fueron de agonía para la víctima. Hospitalizado, sometido a múltiples cirugías, con el cuerpo luchando contra las graves lesiones que el violento ataque le había dejado. Su familia esperaba un milagro, pero el 3 de febrero su corazón dejó de latir.

La Fiscalía tardó poco en encontrar al agresor. No era difícil rastrear a ‘Bam Bam’: su historial delictivo lo hacía un viejo conocido de las autoridades. Fue capturado y presentado ante un juez, donde aceptó los cargos en su contra. No hubo lágrimas ni remordimientos, solo el eco de una historia repetida en las calles de Medellín: la violencia como moneda de cambio, la muerte como sentencia final.

Ahora, alias ‘Bam Bam’ enfrenta la prisión. Su historia, la de un cobrador de deudas que llevó su trabajo al extremo, se suma a la larga lista de crímenes que siguen marcando la vida de la ciudad. Pero para la familia de Óscar Enrique Taborda Bolívar, ninguna condena bastará para devolver lo que aquella noche de enero les arrebató para siempre.