Dinero, engaños y un contrato sin salida: la historia de magdalenenses que luchan y mueren en Ucrania


La promesa de un salario millonario y un contrato sin escapatoria han llevado a varios samarios y magdalenenses a un destino fatal en la guerra de Ucrania. Hasta ahora, ninguno ha regresado con vida.

En Santa Marta y el departamento del Magdalena, la noticia de que un nuevo compatriota ha caído en los campos de batalla de Ucrania ya no sorprende.

Ricardo Velásquez Lindarte, Rafael Segundo Rivero Gutiérrez, Ronal Castro y Elvis Gudiño, son algunos de los que aparecen en el trágico listados de muertos en territorio ucraniano. Ahora, la tragedia toca a Ostin Martínez Santo, un joven que soñaba con ganar lo suficiente para cambiar su vida, pero encontró la muerte en una guerra que no era suya.

Cada historia parece repetirse con la misma fórmula fatal: hombres con pocos recursos, algunos con experiencia militar, otros sin ella, ven en la guerra una oportunidad para escapar de la pobreza. Les ofrecen hasta 15 millones de pesos mensuales, dependiendo del peligro de la misión, y un contrato de tres años del cual solo pueden retirarse después de seis meses.

Creen que sobrevivirán ese tiempo, enviarán dinero a sus familias y volverán con un futuro asegurado. Pero hasta ahora, ninguno ha regresado para contarlo.

Del sueño a la trampa
Ostin le prometió a su madre que regresaría. En cada mensaje le aseguraba que estaba bien, que el dinero llegaba sin falta y que pronto podría dejar atrás el peligro.

Desde Ucrania, un colombiano que se comunicó con Entérate en Linea señaló que muchas veces la realidad es distinta a lo que prometen: “las misiones donde los extranjeros pueden ganar los sueldos más altos los colocan como carne de cañón en los enfrentamientos más violentos”, señaló.

También detalló que “para recibir los ansiados 3.000 o 4.000 euros, deben ir al frente de batalla, donde las probabilidades de morir son altísimas.

Muchos llegan engañados. Antes de partir, les dicen que ganarán 3.500 euros desde el primer mes, pero al llegar descubren que el salario base es muy por debajo. Solo si aceptan misiones extremas pueden aumentar sus ingresos, aunque eso signifique enfrentar la muerte cada día. Y una vez dentro, no hay escapatoria”.

Sin cuerpo, sin justicia
También aseguró que cuando un soldado muere en combate, la tragedia no termina ahí. Si el cuerpo es recuperado, su familia puede reclamar una indemnización de hasta 300.000 euros, pero para ello deben viajar a Ucrania y demostrar el vínculo con el fallecido.

“En algunos casos, las familias nunca reciben los restos. Hay comandantes que hacen desaparecer los cuerpos para evitar el pago del seguro, o incluso falsifican los documentos para cobrar ellos mismos el dinero”, sostuvo.

A las madres que esperan una repatriación solo les queda la incertidumbre. La Cancillería colombiana en Ucrania puede ayudarlas en el proceso, pero muchas veces la burocracia y la falta de respuestas convierten su duelo en una pesadilla sin cierre.

Una advertencia ignorada
Los testimonios de quienes han perdido a sus seres queridos en Ucrania deberían ser suficientes para disuadir a otros de seguir este camino. Pero la falta de oportunidades en Colombia sigue empujando a jóvenes samarios y magdalenenses a alistarse. Ven en la guerra una salida a su pobreza, sin imaginar que están firmando su propia sentencia de muerte.

Ucrania se ha convertido en una trampa mortal. Mientras la guerra continúa, más hombres del Magdalena seguirán partiendo con la esperanza de volver, sin saber que la historia, hasta ahora, solo ha tenido un final: la muerte.


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