«No era ella»: la reacción del sicario tras asesinar a la familia equivocada


Las cámaras de seguridad captaron el momento en que un sicario se toma la cabeza tras darse cuenta de que había matado a la familia equivocada. La verdadera Diabla, quien vestía igual que una de las víctimas, logró huir, pero días después fue asesinada en Medellin.

El mediodía del 29 de diciembre de 2024, la familia Lora Rincón había decidido compartir un almuerzo después del culto dominical. Marlon, Yurlay y sus hijos, Ángela y Santiago, se sentaron en una mesa del restaurante Sorbetes y Jugos, en Aguachica, sin imaginar que en cuestión de minutos sus vidas serían arrebatadas por una brutal equivocación.

Ese mismo día, en el mismo lugar, alias La Diabla —una mujer con un pasado vinculado al narcotráfico— se refugiaba de sus enemigos. Vestía una camiseta blanca y pantalón oscuro, el mismo atuendo que, sin saberlo, también llevaba Ángela, la hija mayor de los pastores. Esa coincidencia de vestimenta fue la sentencia de muerte para la familia.

Cuando la muerte se equivoca

Los sicarios, enviados desde Barranquilla por orden de un narcotraficante preso, habían seguido a La Diabla desde la funeraria donde velaba a su esposo, alias El Calvo, asesinado dos días antes. La orden era clara: acabar con ella y con cualquiera que estuviera a su lado.

José Miguel Leal, uno de los sicarios, ingresó al restaurante con el arma desenfundada. Sin titubear, disparó contra Marlon, luego contra Ángela, después Santiago y, por último, Yurlay. En cuestión de segundos, la familia quedó inerte sobre la mesa aún servida.

Sin embargo, en las cámaras de seguridad quedó registrada la reacción del asesino al darse cuenta de su error: se agarró la cabeza, un gesto de desesperación que reflejaba el horror de su equivocación. La verdadera Diabla corrió por su vida, y aunque ese día logró escapar, el destino ya tenía su sentencia escrita.

El eco del horror y la caza de los culpables

El pueblo de Aguachica quedó sumido en el estupor. La comunidad cristiana de la iglesia Príncipe de Paz, donde los pastores dedicaban su vida a la fe, salió a las calles clamando justicia. Velatones, marchas y rezos fueron la respuesta de una población que no podía comprender cómo el crimen y la violencia se habían llevado a cuatro inocentes.

La investigación fue meticulosa. Más de 300 horas de grabaciones de cámaras de seguridad fueron analizadas por un equipo de la Fiscalía y la Policía, rastreando cada paso de los asesinos. Finalmente, Jairo Andrés Miranda, José Miguel Leal, Jorge Valderrama y Leonardo Barraza fueron capturados en Norte de Santander y presentados ante los juzgados de Paloquemao, en Bogotá.

Mientras la justicia avanzaba contra los sicarios, La Diabla también encontró su final. En enero de 2025, fue asesinada en Medellín a las afueras de un hotel, donde intentaba esconderse con un perfil bajo. Sus enemigos no perdonaron que hubiera escapado aquel día en Aguachica.

Un error irremediable

El crimen de los pastores y sus hijos dejó una lección amarga: en el mundo del sicariato no hay margen para los errores, pero cuando ocurren, las consecuencias son devastadoras. La vida de una familia entera se apagó por la confusión de un atuendo, una coincidencia absurda que selló su destino.

Hoy, Aguachica sigue lamentando la muerte de Marlon, Yurlay, Ángela y Santiago. En su iglesia, sus sillas vacías son un recordatorio doloroso de la brutalidad que, por error, les arrebató la vida.


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