62 muertos en seis meses: la guerra que acorrala a la Zona Bananera


La Zona Bananera es epicentro de la guerra entre el Clan del Golfo y las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada. Comerciantes, campesinos, maestros y jóvenes sobreviven entre la extorsión, el miedo y la ausencia del Estado.

En la Zona Bananera nadie se siente seguro. Aquí, salir de casa es un riesgo y regresar se ha convertido en un milagro. En lo que va del año, 62 familias han enterrado a los suyos, víctimas de la disputa sangrienta entre dos ejércitos criminales que se reparten la tierra a bala: el Clan del Golfo y las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada.

El miedo no se ve en cifras, pero se palpa en las calles desiertas al caer la tarde, en los negocios cerrados antes de tiempo, en los maestros que enseñan bajo amenaza y en los jóvenes que desaparecen, arrastrados por el reclutamiento forzado.

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Un terreno perfecto para la guerra
El mapa del municipio es el mejor aliado de los violentos. La dispersión de los corregimientos, la soledad de las fincas y la falta de presencia estatal hacen de la Zona Bananera un territorio propicio para el control armado. Los caminos polvorientos que alguna vez fueron rutas de comercio y trabajo hoy son corredores de miedo.

Los comerciantes pagan vacunas para poder abrir sus negocios; los bananeros y palmeros reciben llamadas extorsivas que los obligan a vender barato y entregar caro; los maestros viven con el temor de enseñar entre la sombra de la violencia, y los jóvenes, sin opciones ni futuro, son las principales víctimas del reclutamiento forzado.

El miedo que no se dice
En los pueblos ya nadie se atreve a hablar en voz alta. Los nombres de los grupos armados se pronuncian en susurros, como si nombrarlos atrajera la desgracia. El silencio es tan pesado como la violencia misma: un silencio que obliga a las familias a recogerse temprano y a apagar las luces antes de tiempo, como si la oscuridad pudiera protegerlos.

“Esto es vivir entre la muerte y el silencio”, dice un habitante que pide no ser nombrado. “Aquí uno no sabe si volver a la finca, si dejar a los pelaos ir a la escuela o si mañana le toca salir corriendo”.

Un municipio acorralado
Las cifras nacionales muestran otra cara: Bogotá registró 584 homicidios entre enero y julio, Cali 511 y Barranquilla 239. Sin embargo, lo de la Zona Bananera pesa distinto. Por su número reducido de habitantes, 62 asesinatos equivalen a una tasa de homicidios desbordada que convierte al municipio en el más violento del Magdalena y en uno de los lugares más peligrosos de todo el Caribe.

Aquí, cada funeral se siente como un golpe colectivo. La guerra no está en los titulares fríos, sino en los velorios improvisados en patios de tierra, en los niños que ya no juegan en las calles, en el campesino que recoge banano rezando que no sea su último día.

Un clamor sin respuesta
La comunidad suplica presencia, pide Estado, pide seguridad. Pero la respuesta llega tarde, débil, fragmentada. Mientras tanto, los armados avanzan como dueños de un territorio que los gobiernos parecen haber olvidado.

La Zona Bananera, con su historia marcada por el trabajo de miles de familias, hoy se ahoga en la desconfianza y el dolor. Mientras los fusiles sigan dictando la ley, este municipio seguirá condenado a vivir entre la muerte y el silencio.


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